jueves, 22 de julio de 2010

Amigo Cubano

Esto me lo acaba de enviar desde Cuba mi sobrina Ivón, que además de ser muy cariñoso tiene el objetivo de ser alentador. Como me parece bien bueno, lo hago público. No hago más comentarios, las ideas quedan claras cuando se lee.

La diferencia entre un amigo y un amigo cubano

Un amigo es alguien que nunca te pide comida…

Un amigo cubano es la razón por la que organizas una comida.

Un amigo te pregunta cómo estás…

Un amigo cubano te dice que te ves bien, te abraza y te besa.

Un amigo llama a tus padres señor y señora…

Un amigo cubano llama a tus padres “mi viejo” y “mi vieja…”

Un amigo puede que nunca te haya visto llorar…

Un amigo cubano ha llorado contigo, por cualquier cosa.

Un amigo te manda flores y una tarjeta cuando estás internado en el hospital.

Un amigo cubano se queda a dormir en una silla, a tu lado.

Un amigo te pide algo prestado y te lo devuelve a los dos días…

Un amigo cubano te pide algo prestado y a la semana se olvida que no es suyo.

Un amigo te ofrece el sofá para que duermas.

Un amigo cubano te brinda su cama, se acuesta en el suelo... y no te deja dormir en toda la puñetera noche conversando contigo.

Un amigo sabe unas cuantas cosas acerca de ti…

Un amigo cubano podría escribir un libro con las cosas que le has contado de ti.

Un amigo te lleva 'Nightquick' cuando estás resfriado.

Un amigo cubano te hace una sopa de pollo y los remedios que le enseñó su abuela. Y puede que hasta te haga 'el avión' con la cuchara, para que te tomes la sopa.

Un amigo toca a tu puerta para que le abras…

Un amigo cubano abre la puerta, entra y después te dice: ¡Llegué!

Un amigo te pide que le hagas un café.

Un amigo cubano pasa a la cocina y monta la cafetera y hasta le pide azúcar a una vecina si no tienes.

Un amigo puede serlo por un tiempo…

Un amigo cubano es para toda la vida.

Un amigo ignoraría este email…

Un amigo cubano se lo pasará a todos sus amigos pues se siente orgulloso de ser así.


jueves, 15 de julio de 2010

“Está usted sobreevaluado”

Muchas cosas me llaman la atención y a veces me asombran de lo que veo y descubro en mí andar. Algunas de ellas ya he tenido la suerte de escribirlas en este blog, que para nada tiene el objetivo de criticar o denigrar lo que veo, escucho, leo. Sólo para mí significa la posibilidad de comentar, obviamente desde mi cerebro y cultura, lo que vivo y quizás además, dejar un recuerdo a los míos.

No creo que lo de entender y no entender es algo exclusivo que me sucede a mí. Sencillamente debe ser un proceso normal en cada emigrante. No imagino qué pudiera entender un dominicano que decida mudarse a Cuba y más, cómo podría insertarse en la vida cubana, pues nosotros mismos los ciudadanos de aquella noble tierra no entendemos ya casi nada de lo que allí puede pasar.

Dedicaré mi tiempo hoy a una frase, una simple frase que casi está por crear en mí un gran complejo o un trauma irreversible, “Está usted sobreevaluado”. Sencilla frase que no entiendo y con frecuencia no creo, aunque para la mitad de los dominicanos con que converso diariamente, en especial mis alumnos, es algo bien normal.

Cuando una persona decide emigrar, en sentido general, sobreviven en ella, incluso en las más valientes y decididas, varios miedos. Uno de ellos puede ser la capacidad real de insertarse en la sociedad destino y la posibilidad de conseguir un trabajo. Las imágenes vistas en las películas, sobre todo de facturación made in USA y algunos de los cuentos de los coterráneos que han corrido el mismo camino, resultan alentadoras, pero siempre queda una incertidumbre dentro, muchas veces no comentada para no mostrar “débiles sentimientos”. , ¿Lo lograré yo?

En mi búsqueda de trabajo, he visitado varias empresas en el corto tiempo que llevo aquí. Empresas aparentemente grandes y no tan grandes que por momentos dicen buscar especialistas para determinada área y la frase que más aparece en la entrevista de rigor después de la revisión del curriculum, es precisamente “Está usted sobreevaluado”. La primera vez que la escuché tuve que pedir que me la repitieran varias veces, lo que de seguro creo cierta preocupación en mi interlocutor, pues pudo haber dudado de mi capacidad de entendimiento. La frase y lo que detrás de ella puede haber me parece brutal, trataré de explicar por qué y a lo mejor en este esfuerzo, termino yo por entenderla y así protejo mi salud mental.

Cuando uno es joven, al menos cuando fui joven, mi familia tratando de hacer de mí un hombre preparado, de cultura e ideas, no paraba de recomendarme libros, artículos, estudios, cursos para cuando los necesitará. Había que acumular conocimientos bajo el lema de que, lo que bien se aprende nunca se olvida ni sobra. Entonces lo mismo me recomendaron que aprendiera mecanografía, de siempre ha sido una ventaja para conseguir empleo, que estudiara ruso por si algún día tenía que viajar al “país hermano”, que me leyera el Corán y la Biblia, pues para poder “combatir” a la religión había que conocer sus preceptos o sencillamente que pasara un curso rápido de cosmonauta, por si acaso se me presentaba la posibilidad de dar un viajecito al cosmos.

No fui muy disciplinado y entonces muchas de estas cosas me las ahorré, sobre todo el idioma ruso, hubiera sido más fácil el curso rápido de cosmonauta. Puedo asegurar que mi madre, una de las personas que conozco con mayor capacidad para el estudio, casi todos los días de mi vida laboral, me entregó artículos, papeles, resúmenes, para que leyera. Muchos ni los miraba, de seguir sus deseos no podría haber hecho más nada que leer y sólo tengo una vida. Puedo asegurar que esa intención de ayuda y orientación se manifestó incluso hasta momentos antes de irme de Cuba, donde ella me hablaba de lo que tendría que estudiar pues me podría servir para insertarme y pudiera parecer mentira, pero es cierto, todavía hoy me escribe y entre los consejos de mamá, nunca faltas sus recomendaciones de que lea o estudie tal o más cual tema.

Al final de la historia, aunque indisciplinado, ese esfuerzo familiar y un poco del mío propio, creó en mí el hábito y la necesidad del estudio. Por lo que a mis casi 25 años de vida laboral, puedo exhibir un curriculum grueso y real en cuanto a experiencias laborales y formación académica, además de muchos cursos pasados como alumnos, muchas materias impartidas como profesor, investigaciones, ponencias y premios, artículos, folletos, libro escrito, etc. Lo que entiendo, puede impresionar a cualquier persona que no ha caminado ese mismo camino mío.

En mi necesidad de aprender y enseñar he leído muchos libros sobre dirección de empresas, estrategias empresariales, marketing en todas sus variantes, incluso sobre recursos humanos y en ellos todos hay un elemento común para las empresas independientemente de su tamaño, tipo, etc., y es precisamente la posibilidad de encontrar una persona bien preparada y muy interesada en el trabajo como características indispensables para luego desarrollar los objetivos deseados. Mientras más preparado el empleado, mientras más capacitado y obvio, noble y sanamente interesado, mejor será para el empleador.

Eso pensaba yo y repito hasta el desgaste en mis clases, sin embargo la realidad supera la ficción y de ahí entiendo las caras de algunos de mis alumnos de incomprensión - lástima, pues no ven ésta realidad reflejada en sus vidas diarias. Algunos de ellos para enseñarme y ayudarme me han tratado de explicar lo que al parecer es una tradición en este entorno económico empresarial.

La empresa busca personal para trabajar, pero no quiere o en algunos casos no puede pagar lo que debe pagar, primando como cultura un sentimiento de explotación y hasta cierto punto humillación, mayor que el que describen los libros, con los mal llamados recursos humanos. La empresa busca personal para trabajar, pero como no paga lo que debe, está convencida que la persona insatisfecha trataré de salirse lo antes posible del asunto y entonces tendrá que buscar otra persona, por lo que aquello de estabilidad laboral, fidelidad, sentido de pertenencia queda solo para la teoría. La empresa busca personal para trabajar, pero los que dirigen muchas veces no tienen la mínima preparación, pues una parte de ellos han llegado a los puestos que ostentan por vías poco ortodoxas y entonces sienten miedo frente a un empleado más preparado e interesado. Por lo que para mí, muchas de estas empresas buscan personal para trabajar, pero en realidad no saben lo que busca.

La idea de “Está usted sobreevaluado” queda como una frase hipócrita, para sacarse de arriba a una persona, muchas veces sin indagar tan siquiera en lo que ella está interesada en obtener. Pocas veces se investiga sobre el interés personal del potencial empleado, muy pocas veces se cree en sus deseos de trabajar, crear, incorporarse, participar, aprender y enseñar. Sólo prima la idea de lo que voy a tener que pagar y no quiero o no puedo pagar.

Me parece increíble y hasta cierto punto absurdo que a la hora de confeccionar un curriculum, herramienta de comunicación comercial personal, sea casi un sacrilegio poner que se tiene más de 40 años, por miedo a parecer viejo, cuando teóricamente a esa edad es que una persona, después de haber sedimentado bien sus conocimientos y experiencias, puede producir de forma independiente y productiva. Me parece absurdo que sea casi obligatorio incorporar una foto, a veces mecaniqueada en Photoshop, tal como si la cara o el color de la piel tradujeran los conocimientos y habilidades. Peor, me parece brutal la ansiedad que crea la ropa que hay ponerse para una entrevista, tal como si se estuviera escogiendo vestirse para modelar o asistir a una boda de la alta sociedad. Lástima, el color de la piel, la cara, los años y ropa que se exhibe, son a veces los únicos atributos interesantes para el potencial empleado y el empleador.

Puedo asegurar que no pocos amigos, con el ánimo de ayudar, me han sugerido que cambie mi curriculum, no para agregarle cosas y adornarlo, como es también muy común encontrarse, sino para quitarle estudios, experiencias y habilidades. Si, quitarle cosas y dejarlo casi inocente e inofensivo para no alarmar al empleador. Pobre madre mía, moriría de un infarto. No sería la única, creo que moriría de un infarto el mismo infarto.

Seguiré insistiendo sin cambiar mucho. Conozco a muchas personas y soy de los que está convencido de que es preferible tener empleados y empleadores, pareja, hijos, amigos e incluso enemigos que estén sobreevaluados. Casi siempre son más difíciles, pero por lo menos de seguro, son más interesantes, dinámicos y divertidos.

domingo, 11 de julio de 2010

Concho, viaje kamikaze. *



Escribiré hoy sobre algo bien importante y familiar para los dominicanos de a pie y otros ciudadanos extranjeros también de a pie donde me incluyo, los CONCHOS.

Los conchos, sinónimo en Cuba de “boteros” son esos transportes que llenan las calles de Santo Domingo, Santiago e imagino que de todo el país en dos variantes. Los motoconchos, que como su nombre lo indica son motocicletas dedicadas a taxear, cuya imagen más común es verlas con 3 e incluso 4 personas arriba y los conchos, autos de todas las marcas y años que cubren rutas fijas por las principales avenidas y calles de las ciudades dominicanas.

Los conchistas, que es como creo que se les llama a los conductores, son dominicanos de a pie, aunque estén montados en carros, que pueden trabajar desde el amanecer hasta altas horas de la noche, haciendo un gran esfuerzo por mantener sus vehículos, casi todos originalmente de gasolina hoy convertidos a gas, con sistemas seguros y no tan seguros, cuyas imágenes recuerdan más a los vehículos que aparecen en el film Dead Race, en aquella carrera loca y agresiva que se celebra dentro de una cárcel, que a vehículos utilizados para el transporte humano.

La característica más importante de estos conchos, en sentido general, es su deplorable estado técnico. Si quieres tener y ser identificado como un concho, no cabe duda, tienes que manejar un carro hecho trizas, que se esté cayendo a pedazos.

Es normal verlos pasar sin guardafangos, espejos retrovisores, vidrios traseros y casi sin delanteros, con 2, 3, 4 y más colores en su carrocería, a veces con grandes huecos en los pisos que permiten la inundación interna fácilmente y si abordas uno al azar, es común encontrar que el sistema de gas tiene un pequeño salidero, claro sólo pequeño, no existen los forros de las puertas, muchas de éstas solo abren por fuera, los asientos ya no están forrados y presentan una múltiple gama de forros criollos para de alguna forma llamarlos y para aquellos que sabemos manejar podemos descubrir por las constantes patadas que el chofer da al pedal de freno, que el sistema para detener el auto, tiene también sus pequeños problemas.

Esto problemas técnicos no son ni mucho menos lo más grave, los conchos cargan de forma autorizada 4 personas en la parte trasera y 3 en la parte delantera, chofer incluido, sin contar la presencia de niños que no entran en esta cuenta. La única forma de evadir el acompañante delantero es pagando doble la carrera, los que atrás van, sencillamente no pueden evadir nada.

Soy un hombre alto de más de 200 libras de peso, no religioso y debo reconocer que cuando monto en el asiento delantero, voy todo el viaje pidiendo a las 11 000 vírgenes que no aparezca alguien. Muy pocas veces lo logro, lo que me hace pensar que las vírgenes son sordas. Con frecuencia me toca un acompañante de viaje con más peso que el mío, los dominicanos en línea general no son flacos y que puede además traer un bulto, una sombrilla, libros, herramientas de albañil, etc., lo que me hace recorrer mi trayecto sobre el espacio que existe entre los dos asientos delanteros dedicado por el diseñador del auto a la palanca de emergencia o freno de mano. Resulta increíble la flexibilidad del cuerpo humano. Las piernas y pies quedan a la derecha, el torso va a la izquierda casi incrustado al chofer y la cabeza casi pegada horizontalmente al techo vuelve a buscar el lugar de las piernas. La forma vuelve a ser casi contorsionista si se viaja atrás en el puesto número tres, la persona tiene que acomodar su cuerpo hacia delante, casi en forma de ovillo o fetal para dar espacio a la cuarta persona que pretende entrar. Esto me recuerda a mi suegro, quien tuvo la oportunidad en su infancia, década del 30 del siglo pasado, de ver varias veces al famoso Circo Ringling en Cuba. Describía emocionado a pesar de los años que habían pasado, que uno de los momentos más geniales era que de un auto VW, de esos reconocidos como huevitos, llamados aquí cepillos, salían 19 personas y no eran enanos. Así y todo, qué sabrá mi pobre suegro e incluso el mismísimo Circo Ringling.

Estas descripciones por más sorprendentes que parezcan, no lo son todo. Hay más aún.

Los conchos, no están regidos por ninguna ley del tránsito, o mejor, por ninguna ley, al menos eso es lo que parece. Entonces hacen y deshacen a su antojo lo que quieren o necesitan para adelantar o sencillamente “robarse” a un cliente que les saca la mano. Es normal verlos cruzar transversalmente de extrema derecha a extrema izquierda y viceversa muchas veces en el trayecto, increíblemente sin mirar tan siquiera. Pueden parar exactamente debajo de un semáforo en un cruce de dos avenida de varias sendas para dejar o recoger a alguien, fraccionar dinero con otro concho en el medio del tráfico o sencillamente trasbordar a un cliente en el medio de la calle a otro concho, con autos pasando a más de 100 kms a su alrededor. Son frecuentes las carreras y extremas maniobras entre dos de ellos para recoger a un cliente que espera.

Nadie los para, nadie los controla. Solamente se detienen frente a los minibuses que también recorren las rutas, que son denominados popularmente “las voladoras”. Es obvio, no tengo que explicar por qué.

Creo que en los exámenes para la licencia de conchistas se deben valorar mucho los posibles desequilibrios humanos. Mientras más aparente desequilibrio más posibilidades de clasificar. Así son y así manejan. El resto de los conductores, una buena parte no exenta de desequilibrios, les temen. Chocar con un concho, es perder siempre. Entonces son casi dueños y señores del tránsito.

Los AMET, Autoridad Metropolitana de Transporte, a veces intransigentes con los cinturones de seguridad no puestos y las conversaciones por celulares mientras se maneja, no los miran, ni falta les hace, pues aunque los miren no los pueden controlar. ¿Será por solidaridad?. Al final de la historia los AMET también viajan en concho.

Sin embargo, para demostrarme a mí mismo que no todo es negativo, en el día de hoy he salido a la calle y al montarme en un concho y comenzar a pedir a las mismas vírgenes, he detectado que estaba en un carro diferente, sencillamente nuevo y para colmo descubrí que el chofer manejaba extremadamente calmado, manteniendo la distancia entre carros, no saliéndose de su senda, sin pasar el cuenta milla de 30 MPH. Tan asombrado me quedé que no pude soportar la idea de hacerle varias preguntas, más de las que hago constantemente.

Mi joven chofer de turno se llama Freddy, deseo que pueda leerme, pues como agradecimiento le dije que lo mencionaría. Es una persona calmada y está interesado en cuidar su propiedad y dar un buen y seguro servicio. ¿Será un nuevo tipo de conchista, me pregunté? Moraleja, sólo lleva en esto de conchear 15 días. Todavía es nuevo como dicen aquí, está recién llegado. Pediré por Freddy también, ojalá la necesidad no lo haga cambiar, ojalá que otro concho no lo destruya, ojalá que no primen en él los desequilibrios, ojala que no se vuelva un kamikaze. A lo mejor en esta petición tengo más suerte.

A pesar de todo, siendo sincero, habría que agradecer estos viajes kamikaze. Los conchos son el transporte por excelencia de una gran parte del pueblo dominicano, siempre están, siempre pasan, siempre paran. Dominicanos que, conscientes o no del peligro que corren, pueden desplazarse gracias a su existencia.

Los conchos forman parte de esta vida, a tal punto que muchas personas dicen que no se la imaginan si los conchos no existieran. Su presencia llega a ser tan importante, que a partir de ellos se dividen o clasifican muchas personas. Están los que montan conchos y los que declaran con sólidos argumentos de todos tipos que ni muertos se meten dentro de uno de ellos. La imagen diaria no deja de ser hasta cierto punto graciosa, claro con ganas de buscarle la gracia, pues dentro de un concho se pueden reunir personas de diferentes niveles, profesiones, modo de vida etc., unidos todos por la necesidad de llegar y por el sudor, símbolo que aparece en los libros sobre los proletarios, para demostrar el hermanamiento entre los hombres de trabajo. En el interior pueden coincidir un joven o no tan joven vestido elegantemente de traje y corbata, un obrero de la construcción después de una jornada de trabajo de 10 horas, un ama de casa llena de compras, chicas fresas con modernas formas de escape, Ipot, BB, MP3, MP4, Iphone, todo el tiempo entretenidas en la tecnología, un joven a todas luces dedicado a las cuestiones de la calle como medio de sobrevivencia con pistola incluida, una persona que se monta y reparte propaganda religiosa a cada persona que está dentro, un haitiano que no habla español y por supuesto yo.

Fin del cuento, el viaje sin dejar de ser una acción kamikaze, se puede tornar entretenido y hasta cierto punto una enseñanza diaria, siempre que se tenga tiempo y cabeza para aprender.

  • El término kamikaze (en japonés “viento divino”) fue acuñado originalmente por los traductores estadounidenses para referirse a los ataques suicidas efectuados por pilotos de la Armada Imperial Japonesa contra embarcaciones de la flota de los Aliados a finales de la II Guerra Mundial. En Cuba popularmente se le dice kamikaze a la persona que acomete acciones sin pensar, alocadas, con cierto grado de complejidad o peligro de cualquier tipo, igualándolo a la idea de un suicidio.