martes, 25 de octubre de 2011

EL MÉTODO DE ASTER





Cuando uno proviene de un país como Cuba, donde con el paso de los años dentro del proceso socialista se asistió al deterioro de muchos aspectos de la vida económica, política, social, espiritual, etc., del país competo y como consecuencia al de la mayoría de sus gentes, podría pensarse que al llegar a un país de los identificados como de economía de mercado, todo debería funcionar a la exactitud.

Se supone que la idea de empresas privadas de todos los órdenes, desde hospitales y clínicas, escuelas de todos los niveles, hasta simples bodegas y negocios de barrios, deberían están influidos en su actuación por las famosas ideas de calidad, flexibilidad, respuesta rápida y segura a la necesidad o demanda de los cliente, garantía de productos y servicios ofertados, etc., etc., etc.

Resulta difícil y hasta cierto punto duro comprobar que a pesar de que si es cierto lo de privado, o sea, dueños y empleados como fórmula más importante de vida, una gran parte de las compañías existentes en el entorno económico dominicano siguen viviendo sobre el presupuesto primitivo de “el burro se amarra donde lo diga el dueño aunque se ajorque” al decir en buen idioma dominicano. *

Según cuentan nuestros padres y abuelos, existía en Cuba una cultura de servicio y producción independientemente del tipo o tamaño del negocio. Lugares como La Habana, Varadero, Cienfuegos, Santiago de Cuba, fueron joyas para paseos y diversión. Además de ser nuestra isla un lugar próspero para negocios grandes y pequeños y para recibir emigrantes de muchos puntos del globo terráqueo, sobre todo su capital, La Habana, aunque a muchos nos pueda parecer mentira o desconozcamos el dato, fue considerada una de las ciudades más importantes del mundo a finales de los años 40 y toda la década del 50 del siglo XX. Muchas personas aquí me han asegurado que durante esos años, el mayor sueño de muchos dominicanos y dominicanas, no era ir a los Estados Unidos, sino a Cuba. Entonces lo anterior tiene que ser verdad.

Después que uno pasa el primer golpe de efecto al llegar, comienza con la vida diaria a observar el funcionamiento detenidamente. Mucho se podría hablar bien del mismo, pues no estamos en el quinto infierno. Sin embargo en mi anda, no dejan de llamarme la atención actuaciones incongruentes con el supuesto desarrollo que se exhibe.

Santo Domingo, que es en realidad mi República Dominicana, es muestra de lo que se llamaría un acelerado desarrollo económico en poco tiempo. La ciudad es propietaria de enormes torres comerciales y de vivienda que han ido ocupando el espacio de lo que antes eran casas de familia, las empresas comerciales de todos tipos inundan las calles, unas más estables que otras en su oferta, tratan de llenar los posibles espacios del consumo humano.

Dentro del gran sector de la tecnología existen varias compañías grandes, fuertes, aparentemente modernas que compiten por el espacio mercado. Entre ellas están Aster y Tricom, las dos protagónicas de mi reflexión, ambas dedicadas a la venta de los servicios de cable e internet y telefonía, todos ellos de amplio consumo en la actualidad.

Parece que Aster ha comenzado una cruzada contra los ilegales, o sea, aquellos que están conectados sin pagar, cosa que pulula en República Dominicana y se ha dado a la tarea de revisar sus redes. Entonces para el cumplimiento de este noble y justificado fin, hace unas semanas dos carritos de Aster y varios empleados trabajaron en toda mi cuadra. ¿Qué pensaba yo? Pues que se encaramarían en los postes, verificarían con cuidado y detectarían las ilegalidades.

Pero para mi asombro el método escogido fue otro. Los “supuestos” técnicos, desde la calle, comenzaron a halar los cables, tal como si estuvieran tumbando aguacates, en realidad cuando se tumban aguacates se hace con más cuidado. Halaron y halaron y convirtieron la calle en un reguero enorme de cables que llegó a impedir el paso de personas y autos.

La profesional acción que duró mucho tiempo, fue efectiva, lograron tumbar no sólo los cables de Aster, sino también lo de los servicios de Tricom, del cual soy consumidor y para colmo, se apropiaron ilegalmente digo yo, del cable de Tricom para reponer sus servicios, dejando sin servicio entonces a los consumidores que pagamos a tiempo para disfrutar de una programación de TV mejor que la doméstica y tener un poco de internet, digo un poco porque tampoco éstos servicios aunque bien cobrados, son tan eficientes como deberían ser.

Fin del cuento, la mitad de la cuadra afuera en muestra de desaprobación. Aquellos que nos arriesgamos a hablarles a los “supuestos” técnicos de Aster, recibimos la cara clásica dominicana de: No se preocupe Don, lo entendimos, no tiene problema, pero no vamos a hacer nada por usted, así que …

Llamamos a Tricom para que resolviera el tema y casi de favor a unos técnicos que se encontraban haciendo otra cosa en la zona le pedimos que nos ayudaran. Cosa que hicieron después de dos días, pues tenían que reponer el cable del cual se les había despojado. Esto me recordó aquellas películas de la fiebre del oro en el oeste norteamericano, o sea, el que primero llegue se queda con todo.

Lo increíble, increíble, fue que pasado 20 días, cuando ya disfrutábamos de nuestro servicio habitual de comunicación y TV y no nos acordábamos del desagradable incidente, otro “supuesto” técnico, ahora de Tricom, se presentó en nuestra casa para resolver la reclamación que habíamos hecho sobre este tema, con la enorme satisfacción y sonrisa en la cara por estar cumpliendo su responsabilidad y para nada conocía lo que había sucedido y lo que por fortuna se había resuelto hacía ya muchos días.

Aster debería patentar el método y seguir contratando a “tumbadores de aguacates” y así se evitarían tantos estudios, cursos, reuniones, planeaciones estratégicas, etc. Tricom debería eliminar sus teléfonos para el servicio de reclamaciones y nunca asegurar tiempo de respuesta a ellas. En realidad de la forma en que estamos viviendo, resulta muy fácil con sólo decir: ¡Sálvese el que pueda!

* En realidad la palabra debe ser ahorque, pero la he escrito como es mencionada por la mayoría de los pobladores de esta isla. Muchos dominicanos, no puedo decir categóricamente por qué, leen y menciona las palabras escritas con H como si fuera una J. Una de las causas probables, además de la tradición transmitida de padres a hijos y los fallos en la enseñanza del idioma en las escuelas, quizás pueda ser la influencia del casi millón y medio de dominicanos que viven en USA.

sábado, 1 de octubre de 2011

STING Y YO

Desde muy pequeño soy amante de la música norteamericana e inglesa. Recuerdo que con más menos 10 años, algunos niños de mi cuadra en Víbora Park, el Ruso, Piki, Guagüito y yo entre otros, nos reuníamos a cantar y tocar, imitando los instrumentos musicales con la boca, las canciones de los grupos de rock que estaban de moda por aquellos años, Aguas Claras, Led Zeppelin, Deep Purple, Bad Company, Black Sabbath, etc.

Así crecí, desarrollando un gusto que mantengo hasta hoy, que me ha llevado a escuchar muchos discos y a leer mucha información para mantenerme actualizado no sólo en lo que hacen los diferentes grupos, sino un poco también en los chismes que hay detrás de ellos, lo que le da cierto halo interesante al tema.

De ahí heredé mi pasión por Deep Purple y su guitarrista Ritchie Blackmore y su super cantante Ian Guillan, hasta que con el paso de los años apareció en mi vida Journey y su super súper cantante Steve Perry, “La Voz”, quien todavía me acompaña en mis días buenos y malos.

Entonces me hice grande aspirando a salir de Cuba y entre mis aspiraciones estaba la de poder ver en vivo a muchos de mis grupos preferidos y sobre todo tener la experiencia de participar en uno de esos conciertos grandes con miles de personas, que tantas y tantas veces he visto a través de la TV.

Y estoy aquí en República Dominicana, país que, a pesar de lo pequeño que es y el difícil momento económico que vive, se dedica a traer muchos artistas, cantantes y espectáculos internacionales, tantos que no hay mes que no haya uno como mínimo, incluso meses de varios casi a la misma vez.

Pudiera parecer increíble para los que no viven aquí, pero en realidad asombra la cantidad de músicos, cantantes y espectáculos de todo tipo que han pasado por aquí, conociendo que ellos están montados para un por ciento minoritario de la población, que es obviamente la que puede disfrutarlo.

Entonces, después de ver en las carteleras culturales y los poster en las calles a varias figuras, este mes de septiembre de 2011 le tocó pasar por aquí a Gordon Matthew Thomas Sumner, más conocido como Sting, (Aguijón), sobrenombre que viene de su juventud cuando jugó fútbol, bajista, cantante y alma del grupo musical The Police, poseedor entre otras premiaciones, de más de 16 premios Grammy y vendedor de más de 100 millones de discos y hasta donde puedo conocer hombre sencillo, comprometido con determinadas causas sociales de su mundo circundante.

Al ver a Sting todos los días en los posters de la calle, no pude evitar hacer planes, quizás tratando de violentar la realidad más real, basándome más en el deseo. El concierto estuvo programado para realizarse en la Villa de Altos de Chavón, imitación de una villa mediterránea del siglo XVI, que Charles Bludhorn, presidente de Golf & Western Corporation tuvo la idea de construir a orillas del río Chavón, para regalársela a su hija por sus 15 años, uno de los lugares más lindos que puede verse en República Dominicana, ubicada a 110 kilómetros de Santo Domingo.

El anfiteatro de Altos de Chavón cuenta con 5000 asientos y ha sido escenario de otros artistas y grupos de rock muy importantes, entre ellos: Frank Sinatra, Carlos Santana, Heart, America, Michel Camilo, Spiro Gyra, Duran Duran, Bryan Adams y ahora por segunda vez, Sting.

La lejanía del lugar y lo complicado de salir de regreso de allí hasta Santo Domingo tarde en la noche o ya en la madrugada y el costo de las entradas, 2000, 5000 y 10 000 pesos dominicanos, hicieron que no pudiera verlo y tuviera que conformarme, una vez más, con leer los periódicos y escuchar los cuentos de los que sí pudieron ir.

En uno de los periódicos que circulan en la ciudad, la crítica fue más que favorable. No es para menos. En un reportaje titulado Sting, el Englishman en Chavón, parafraseando su muy conocida canción An Englishman en New York, reconocen que el anfiteatro estuvo lleno total sin un huequito vacío y Sting con esa sencillez que lo caracteriza, tal como si saliera de compras a decir del reportero, canto y canto 16 temas, dejando que fueran sus interpretaciones las que hablaran por sí mismas.

En fin, tendré que seguir esperando. Quizás Sting mismo, se anime otra vez y ya calvo totalmente y ayudado por un bastón vuelva a Santo Domingo a cantar como obra de caridad en un hogar de ancianos donde me encuentre. JAJAJAJAJA. De seguro me levantaré de la cama y lo iré a ver. Esa será mi oportunidad.

La idea de Sting muy cerca de mí, me ha hecho retomar los videos. He vuelto a ver por no sé cuál vez, el genial concierto semi acústico All This Time, que dio para 200 personas amigas en su casa de La Toscana, Italia, el 11 de septiembre de 2001, donde interpretó de forma magistral, con marcados arreglos jazzísticos, muchas de las canciones de su época con The Police y otras de su carrera en solitario y el concierto bien diferente que ofreció en Berlín, Alemania, acompañado por The Royal Philharmonic Concert Orchestra en el 2010. Dos verdaderas joyas, muy diferentes entre ellas, que demuestran la genialidad de Sting.

Aquí les dejo la referencia y les aconsejo no perdérselos.