martes, 17 de enero de 2012

Mi infarto.

¡Y al fin me dio un infarto!

Esto pudiera parecer una frase dantesca o una gran locura, pero es bien real.

Durante muchos años en mi ya casi larga vida, lo que se fue incrementando en estos últimos años, he escuchado de muchas de las personas que me rodean frases tales como:

_ “No fumes tanto, te dará un infarto”.

_ “No comas tanta grasa, mantequilla, mayonesa, etc. te dará un infarto”.

_ “No puedes engordar, te dará un infarto”.

_ “Trata de no coger tanta lucha y no discutas tanto, te dará un infarto”.

Y en efecto, como si fueran sabios en sus pronósticos, el domingo 11 de diciembre de 2011, recibí mi primer infarto.

Como la experiencia de pasar un infarto y poder contarlo es bastante exclusiva, aquí dejo la historia.

Amanecí el domingo 11 de diciembre de 2011 a las 5:30 am con un dolor en la parte izquierda de la espalda alta que se irradiaba por debajo de la axila hacia la parte delantera e izquierda del pecho. No se exactamente si me despertó el dolor o luego de estar despierto sentí que me dolía. El dolor era poco común, nunca antes lo había sentido, pero como soy zurdo, juego cancha y racquetball y hago muchas cosas con esa mano, lo achaqué a un dolor muscular. Me pasó por la mente lo del corazón, pero al ser un tipo sano, yo mismo me pronostiqué que no podía ser tal cosa.

Martica, que duerme desde hace muchos años a mi lado, se despertó y al verme sentado en la cama, cosa poco común teniendo en cuenta la hora, se preocupó un poco, pero mi seguridad del dolor muscular, recuerden que soy un tipo sano, la convenció y me suministró un ibuprofeno y me untó un poco de mentol en la espalda.

El dolor que primero fue intenso y más que dolor era una ardentía, fue desapareciendo hasta que me quedé dormido sin problemas. Volví a amanecer a las 10:00 am, lo que provocó que no fuera jugar racquetball, por suerte. Los religiosos me castigarían diciéndome, Dios sabe lo que hace.

Pasé todo el día bien, sin que nada me molestara. Fregué y me dediqué a conversar con los amigos con los que había almorzado y estando sentado muy tranquilo, para nada incómodo, de pronto me volvió el mismo dolor en la misma zona. Primero poquito y luego se hizo más fuerte. Para nada se me alteró el pulso, pues me lo tomé varias veces, no tuve dolor en ninguna otra parte del cuerpo, no me faltó la respiración, no sentí ganas de vomitar, o sea, sólo el mismo “dolor muscular” del amanecer.

Mi posición fue la misma, soy un tipo sano, pero mis amigos empezaron a insistir con que fuera al hospital, cosa que agradeceré eternamente, y frente a tanta insistencia, cedí.

Salimos en busca de un hospital que conozco, pero un tranque del tráfico o tapón como dicen los dominicanos, hizo que sugiriera que fuéramos a otro que estaba más cerca de mi casa, el Centro Médico Dominicano, al final hospital por hospital era lo mismo. Me bajé y caminé hasta emergencia, para nosotros cuerpo de guardia y le expliqué a la doctora que me atendió lo sucedido.

Ella me tomó la presión una vez y luego otra vez y me preguntó si había venido caminando, mi respuesta fue no, sólo del parqueo hasta aquí. Me dijo que tenía la presión alta, por lo que reflejaba su cara mi presión estaba muy alta, pero yo no sentía ninguna anomalía.

Luego un electro. Ya saben, curvas y curvas, y aunque uno no entiende nada, siempre trata de mirar como si pudiéramos adivinar lo que dice. Sería mejor que ni nos molestáramos en mirar, pero de todas formas miramos y lo que es más, intentamos traducir en medio de muchas curvas lo que tiene nuestro corazón.

Ya saben, cuerpo de guardia típico, doctores y doctoras que van y vienen, personas que entran y salen, impresión de que a nadie le importa que estés acostado en una camilla.

De pronto una enfermera me suministró una pastilla y me dijo “póngasela debajo de la lengua” y al ratico mi dolor en la espalda desapareció nuevamente, pero desapareció de tal forma que en un momento le dije a Martica que por qué no nos marchábamos, que ya no tenía ningún dolor.

La cara de Martica no era de muchos amigos. Mis amigos que me habían acompañado comenzaron a entrar al lugar donde permanecía acostado. Llegó mi hijo Jonathan, al que habían ido a buscar a casa de su novia y su cara era una mezcla de preocupación, susto y compasión. Todas las caras se habían deteriorando poco a poco. Lo cierto es que ya ellos sabían lo que me pasaba y aún yo insistía con lo del dolor muscular y con irme a mi casa. Soy un tipo sano.

Otro electro. Más curvas y curvas y más interés mío por descubrir qué estaba pasando. En realidad me llamaba la atención lo de los electros, pero como no sentía nada extraño, …

Una doctora entró y me preguntó si alguna vez me había dado un infarto. Respondí que no y ella con el electro en la mano le comentó a Martica que me había dado un infarto de libro.

¿Infarto de libro? Dije yo, sin salir de mi asombró, pues seguía sin sentir nada de anormal. Es cierto que me había dolido la espalda pero ya ni eso me molestaba.

Luego me preguntaron quién era mi cardiólogo. ¿Cardiólogo? Soy cubano y estoy en República Dominicana, por favor. No tengo cardiólogo.

Con los infartos pasa lo mismo que con los partos. Las mujeres siempre cuentan sus partos haciendo énfasis en el dolor, la sangre, los gritos, los niños que no salen, el médico que empuja con los codos, etc., tanto que a veces uno se pregunta cómo es que las mujeres vuelven y vuelven a parir. Es cierto que son dolorosos y que a veces se pasa mucho trabajo, pero en dependencia de la mujer que hace el cuento, es como si estuvieran narrando una película de terror que ha ganado un Oscar.

Como los seres humanos vivimos a partir de imágenes, los infartos siempre vienen con un dolor en el pecho que se irradia hacia el brazo izquierdo, la persona se pone la mano en el pecho, deja de respirar y se pone cianótica, quizás comienza a vomitar, medio se tambalea y se cae, muerto o vivo, pero siempre se cae. En dependencia de la película, la caída es más o menos estrepitosa, a veces llevándose con ella a otra persona, o a varios objetos que se encuentran en el camino hacia el suelo.

Pues estamos todos equivocados, esa imagen, la de los sufridos partos y la de las películas de terror son las más conocidas nada más, pero hay otras muchas formas.

Yo sufrí un infarto y lo que sentí fue un dolor en la espalda, sobre el omóplato izquierdo, tal como un aire de esos que se insertan en el cuerpo. Vino, me dolió un poquito, pero para nada un dolor insoportable y se me quitó.

Dos horas después apareció el cardiólogo de guardia, yo aún estaba vivo y me explicó que había tenido un infarto agudo al miocardio. Agudo significa súbito, mío quiere decir músculo y cardio corazón. O sea, un insuficiente riego sanguíneo en una parte del corazón, producido por una obstrucción en una de las arterias coronarias, esto provoca un insuficiente suministro de oxígeno, alguna de las partes del corazón cambian su funcionamiento habitual y de ahí el dolor.

Lo que vino después ya lo imaginan. Oxígeno, cama en terapia intensiva, análisis de sangre, sueros, inyecciones, pastillas, comidas de hospital sobre todo muy poquita, etc. La pasé bien en terapia, como no tenía nada que me molestara y no me sentía mal, me dediqué a observar el movimiento de los médicos y los pacientes que allí estaban, que por cierto al ser terapia intensiva estaban mucho más malitos que yo. El tiempo pasaba y yo me aburría, mandé a pedir un libro, lo que provocó que los médicos entraran y al verme leyendo, sus caras eran de esa de ¿??????? ¿Y …, el infarto?

El cardiólogo, al cual vi en dos ocasiones nada mas, mientras pasaba a preguntarme cómo me sentía, me comentó que era probable que me tuvieran que hacer un cateterismo para ver el tema de mis arterias, pero él tenía la intención de que siguiera siendo su paciente, o sea, ir al cateterismo y regresar a ese hospital. Para ese entonces yo no sabía que mi familia y Lissette, mi buena amiga dominicana, que se encontraba al pie del cañón como buena conocedora comandando las acciones, ya habían tenido sus encuentros con el cardiólogo, pues al plantearle que me querían cambiar de hospital, en busca de algo más especializado, éste se había opuesto, argumentando que allí yo estaba bien atendido. Ya saben, un paciente con un padecimiento del corazón, es en República Dominicana una gansa de huevos de oro.

Luego de dos días y muchos trámites burocráticos entre hospitales y seguro médico, me lograron trasladar al Centro de Diagnóstico y Medicina Avanzada y de Conferencias Médicas y Telemedicina, (CEDIMAT), centro médico de excelencia, en realidad un hospital de lujo, con todo el equipamiento más avanzado que existe y al parecer un personal médico y auxiliar de primera línea.

Yo me hubiera ido en el cómodo automóvil de Lissette, la cual a partir de que se le avisó, estuvo todo el tiempo al lado de los míos en su misión de asumir el comando de las acciones, pero como en las películas, fui trasladado en una ambulancia especializada con personal especializado.

En el CEDIMAT paré en una sala de cuidados intermedios, mucho mejor que en el hospital anterior y entonces el Dr. Pedro Ureña, hombre joven, carismático, dulce, de reconocido prestigio en asunto de corazones y arterias tupidas, me anunció que él y su equipo me harían un cateterismo cardíaco, que es un procedimiento para diagnosticar y de paso resolver lo que está mal, lo que significa insertar un catéter, con cámara incluida, en el sistema vascular para averiguar cómo está el corazón y las arterias.

El cuento lo conozco porque casualmente cuando trabajaba en el libro sobre Nabij Khoury tuve que leer un poco de este tema para luego poder escribirlo, lo único que nunca pensé fue que a mí me pasara lo mismo siendo relativamente joven. Nabij fue intervenido con este procedimiento dos veces en su vida, una de ellas de urgencia mientras terminábamos de revisar el libro, a lo que quizás le debe estar vivo hoy con 77 años y disfrutar de buena salud.

Fin del cuento. De ser un tipo sano, paré en una salón especializado, muy parecido a los clásicos salones de operaciones, para hacerme un cateterismo y averiguar qué había provocado el infarto. El procedimiento detectó que: “el tronco izquierdo es un tronco libre de lesiones obstructivas y se bifurca en descendente anterior y circunfleja. La arteria circunfleja es un sistema no dominante, presenta dos ramas marginales todas libres de lesiones obstructivas y con flujo TIMI III. La arteria descendente anterior por su parte es una arteria de mediano calibre, presenta una lesión de aproximadamente un 95% en su porción proximal, se aprecian dos ramas de mediano calibre. … La coronaria derecha es un sistema dominante, presenta una placa de un 70% en su porción media”

Y obviamente, después de tal averiguación, me dejaron colocado un stent en la arteria que presentaba mayor daño. El stent es un dispositivo tubular que se coloca en el interior de la arteria para mantenerla abierta, luego de su dilatación o desobstrucción, y pospusieron la otra arteria para una próxima ocasión no muy lejana en el tiempo, pues parece que, por el lugar donde se encuentran, no era bueno intervenir las dos arterias en el mismo momento.

Ahora, soy cubano y tengo un stent y dentro de poco tendré otro, para luego quedar como un tipo sano realmente. La Dra. Giselle Ramírez es mi cardióloga en República Dominicana y yo soy su gansa de los huevos de oro. Ya que no pude escoger si me daba el infarto o no, al menos pude escoger a mi cardiólogo. Me dio seguridad como médico cuando hablamos, me transmitió mucha seguridad y me gustó como persona. Su conducta serena, ecuánime, pausada y hasta cierto punto cariñosa, me dio paz.

Entonces después de todo este cuento, dejo las conclusiones para mi familia y amigos, ojalá sin llegar a verse reflejados les sirvan.

  • La idea de que cualquier día es bueno para morirse es mentira. Es una frase que decimos y decimos, cuando estamos muy ofuscados y creemos que no nos va a pasar nada. Baste media vez que uno se ve con la muerte cerca para que comience a pensar “todavía soy muy joven para morirme, por qué me tiene que pasar esto a mí”.
  • Nos pasamos la vida metiéndole y metiéndole al cuerpo, o sea, a la salud, sin la más mínima consideración, confiados en que siempre va a aguantar.
  • A mucho de nosotros no nos interesa cómo estamos. Comemos o no comemos, dormimos o no dormimos, comemos comida poco sana, en grandes cantidades y a deshoras, fumamos salvajemente, ingerimos café por cubos, otros beben alcohol sin límites, pensando que nos mantendremos jóvenes de por vida y que nuestras acciones no tienen consecuencias.
  • A los cubanos pos 1959 que vivimos fuera de nuestro país, nos cuesta mucho trabajo, primero entender y luego adaptarnos a la idea de los seguros médicos, su funcionamiento, su garantía, etc., Unos no podemos acceder a ellos, otros no los priorizamos y preferimos pagar lo que quizás nunca tuvimos, carros, ropas, equipos electrodomésticos, fiestas, etc. Sin embargo después de experiencias como las que tuve, la idea de tener un seguro médico, cosa que yo por suerte tengo, es más importante que todo lo anterior, es casi tan importante como respirar y comer sano, incluso para los que como yo se consideran personas muy sanas.

Hoy soy un tipo más sano, no sabía cómo estaba por dentro, ahora lo sé. No sabía cómo andaba mi colesterol y mis venas, ahora tengo una idea clara, no sólo de cómo estaban, sino, y más importante, de cómo tienen que estar. Siempre hice caso omiso al tema comida, cigarros, café, horas de sueño, ejercicios físicos, etc., ahora he cambiado.

La vida, o mejor la muerte, me dio una oportunidad, entonces se la estoy cogiendo.

domingo, 8 de enero de 2012

¿Y ..., a dónde va el pueblo?

He estado retirado de las teclas desde hace algunas semanas, por razones de “fuerza mayor” como dicen los abogados, algunas de ellas luego las contaré. Ahora no quiero dejar pasar este momento para hablar sobre algo que mi amigo Miguel Ángel, Tío Migue, me ha enviado desde Miami.

No recuerdo haber visto este texto antes, no había nacido cuando se hizo público en un discurso en 1960, y los que me conocen saben que no he sido un estudioso de este tipo de texto. Pero doy por sentado que es cierto, como son ciertos otros tantos, y al leerlo, no se si llorar a “moco tendido” como decimos en Cuba o reír a carcajadas por lo ingenioso del gran fraude.

Para los cubanos que lo lean, es hasta cierto punto fácil identificar al autor, sólo les adelantaré que ha sido el autor de casi todo en estos últimos años. JAJAJAJAJAJA.

Resulta increíble, aunque en realidad es bien creíble teniendo en cuenta la inteligencia gastada para el mal, la manipulación desde el primer momento con esas ideas que pudieran convencer y enamorar y que de hecho convencieron y enamoraron a muchas, muchas personas.

Al leer lo de “Precisamente la tragedia de nuestro pueblo ha sido no tener patria. Y la mejor prueba, la mejor prueba de que no tenemos patria es que decenas de miles y miles de hijos de esta tierra se van de Cuba para otro país para poder vivir, pero no tienen patria. Y no se van todos los que quieren, sino los pocos que pueden” y más que leer, al reconocerme dentro de este grupo pero medio siglo después de pronunciadas estas palabras, no puedo dejar de sentir ganas de ir a Cuba, buscar al autor de estas palabras y ¤Җئث§њюф.

Nadie mejor para entender este fragmento de discurso que aquellas personas que con diferentes explicaciones, pero casi siempre la misma causa, hemos tenido que salir de nuestro país con destino a cualquier lugar del mundo, para probar vida y con ello poder vivir. Poder vivir, ideal aspiración humana, casi imposible de conseguir en Cuba si no te sumas a la política o a la delincuencia, o a ambas cosas. Poco ha cambiado la situación después de que este discurso aparentemente aleccionador se pronunciara. En realidad luego que se dictó, las personas que salieron y no regresaron, las que murieron en suelo extraño, las que no han podido salir aún, las que viven inconformes o no viven, lejos de disminuir han crecido exponencialmente. Y lo más preocupante es que crecerá y crecerá, porque hoy los que quedan allí tampoco tienen patria, basándonos en la definición que da el mismo discurso.

Lo de no instaurar una “monarquía absoluta” y lo de “el día que el pueblo nos ponga mala cara, nada más nos ponga mala cara, nos vamos” podría tomarse como una burla si no fuera por el significado desgarrador que ha tenido para los cubanos durante estos últimos 50 años.

Y entonces recuerdo un chiste que ilustra muy bien las verdaderas intenciones de ese grupo de personas que a golpe de frases conmovedoras no sólo se apoderaron de un gobierno para la eternidad, sino que terminaron apoderándose de una patria entera, dejando a los cubanos sin ella también en este último período. Ni el famoso ilusionista de origen hebreo David Copperfield, capaz de hacer trucos donde desaparece la Estatua de la Libertad y atraviesa la Gran Muralla China, lo hubiera hecho mejor.

Un día el Presidente de Cuba muy enfermo, desde su lecho de muerte todavía daba instrucciones a sus subordinados, los cuales se apuraban en entender porque suponían que su desaparición física era inminente.

Su hermano, asumiendo también que le quedaba muy poco de vida, entró en la habitación, y muy compungido le dijo:

_ “Hermano, el pueblo está concentrado en la calle frente a la casa. El pueblo ha venido a despedirse”.

A lo que el Presidente, casi sin poder hablar, más muerto que vivo, se incorporó y respondió con una de sus “geniales” preguntas:

_ ¿Y …, a dónde va el pueblo?

Les dejo entonces con lo que Tío Migue me envió. Gracias Tío Migue. Ya sabes, lo que no te mata te hace fuerte. Los cubanos que lean podrán muy rápido, por el estilo, adivinar el autor. Sólo es una cuestión de estilo. Y les adelanto, que de seguro sentirán deseos de ¤Җئث§њюф.

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“Es para nosotros un motivo de orgullo tener delante un camión lleno de periodistas cubanos y extranjeros. Bien merecen los periodistas la oportunidad de trabajar, el periodista trabaja para el pueblo, el periodista informa al pueblo. El pueblo sólo necesita que le informen los hechos, las conclusiones las saca él. Por algo las dictaduras no quieren libertad de prensa.

Sabe todo el mundo que mientras quede un revolucionario en pie habrá libertad de prensa en Cuba. Quien dice libertad de prensa, dice libertad de reunión, dice libertad de elegir sus propios gobernantes libremente.

Cuando un gobernante actúa honradamente, cuando un gobernante está inspirado en buenas intenciones, no tiene por qué temer a ninguna libertad. Yo estoy seguro que los cubanos no se conforman simplemente con ser libres en su patria. Yo estoy seguro que los cubanos quieren además disfrutar de su patria. ¿Cómo vamos a decir: esta es nuestra patria, si de la patria no tenemos nada? Mi patria, pero mi patria no me da nada, en mi patria me muero de hambre. ¡Eso no es patria! Será patria para unos cuantos, pero no será patria para el pueblo. Precisamente la tragedia de nuestro pueblo ha sido no tener patria. Y la mejor prueba, la mejor prueba de que no tenemos patria es que decenas de miles y miles de hijos de esta tierra se van de Cuba para otro país para poder vivir, pero no tienen patria. Y no se van todos los que quieren, sino los pocos que pueden. Y eso es verdad y ustedes lo saben. Hay que arreglar la república. Aquí algo anda mal. Nosotros le pediremos la ayuda al pueblo. Libertades no sacrificaremos. ¿Suspender el derecho de huelga? ¡No! ¿Suspender la libertad de prensa? ¡No! ¿Suspender la libertad de reunión? ¡No! ¿Suspender la libertad de manifestación? ¡No! Y desde luego, esta historia de revolucionarios que, a pesar de haber hecho cosas buenas en su vida, hacen después grandes barbaridades al final de su vida, no es nueva.

Y las cosas que los hombres cuando degeneran son capaces de hacer las hemos visto dolorosamente en días pasados. Y son en parte consecuencias de haber confundido el marxismo leninismo con el fascismo, con el absolutismo; son las consecuencias de haber introducido en las revoluciones socialistas contemporáneas el estilo de las monarquías absolutas.

Esta revolución es afortunadamente una revolución de hombres jóvenes. Y hacemos votos porque sea siempre una revolución de hombres jóvenes; hacemos votos para que todos los revolucionarios, en la medida que nos vayamos poniendo biológicamente viejos, seamos capaces de comprender que nos estamos volviendo biológica y lamentablemente viejos; hacemos votos para que jamás esos métodos de monarquías absolutas se implanten en nuestro país. Nosotros jamás necesitaremos de la fuerza, porque tenemos el pueblo, y además porque el día que el pueblo nos ponga mala cara, nada más nos ponga mala cara, nos vamos. Personalmente puedo añadirles que el poder no me interesa, ni pienso ocuparlo, velaré solo porque no se frustre el sacrificio de tantos compatriotas, sea cual fuere mi destino posterior. Espero que estas honradas razones que con todo respeto a su dignidad les expongo las comprendan. Tengan la seguridad de que no están tratando con un ambicioso ni con un insolente''.