jueves, 8 de marzo de 2012

Escucha a tu Corazón


Como he dicho antes, me he construido este blog para contar a los míos mis experiencias de vida en R.D. y en estos momentos asisto a una que además de ser divertida, es reconstructiva, pues enseña de forma amena, simple y clara, que es a mi gusto la mejor forma en que se puede enseñar.
Para entender mis ideas y se reconozca el valor de lo que luego voy a contar, es bueno que recuerde que durante toda mi juventud fui enemigo de los psicólogos. Su labor me parecía poco justificada. Recordaré también que provengo de un hogar pragmático, objetivo, materialista dialectico, poco glamuroso, donde para mis padres y abuelos lo más importante era el estudio, el trabajo y el fusil, luego de haber comido bien. Bien significaba mucho. Por todo esto nunca tuvimos problemas psicológicos y entonces nunca necesitamos este tipo de ayuda.
Siempre me llamó la atención, lo que servía como alegato para mi defensa, que conocí psicólogos, especialistas en terapia familiar y de pareja, que se habían divorciado 5 veces y peor habían dejado hijos en cada uno de los intentos y me resultaba difícil echarle toda la culpa de los fracasos siempre a sus conyugues. Además, al menos en Cuba, eran o son famosos los hijos de los psicólogos y siempre se decía: “si quieres ver un niño malcriado y pedante, remítete a los hijos de los psicólogos”. Durante todos aquellos años fue para mi más que evidente el asunto, o todos eran muy malos psicólogos, o sencillamente la psicología no sirve para mucho. Conclusión entendible durante mi juventud radical, pues suponía que el buen albañil debía levantar bien los ladrillos de su casa y el buen chef de cocina tenía que lograr siempre que la comida quedara bien cocinada independientemente de estar en la cocina de un restaurante o la de su hogar. Mi juventud radical no me permitía entender aquello de “candil de la calle y oscuridad de su casa”.
Con el paso de los años, mejor decir de bastantes años, mi acercamiento teórico a algunos temas relacionados con la conducta humana y mi relación de amistad diaria primero con Miriam, la gran psicóloga de Víbora Park, y luego con la bella Anny, residente hoy en Portugal, hicieron que poco a poco, pues tampoco fue de sopetón, mi opinión sobre esta especialidad y su importancia fuera cambiando.
Llegué entonces a R.D. y uno de mis trabajos me ha llevado a estar cerca de Lissette, cuyas dos carreras universitarias en el área de los números, no han podido opacar la pasión que siente por los temas de crecimiento y desarrollo humano. Lissette comenzó en este tema hace ya algunos años, no diré cuántos para no develar su verdadera edad, por pura necesidad de crecer o quizás sobre vivir y hoy esto se ha convertido en uno de los pilares de su diario quehacer. Entonces de pronto me veo envuelto en temas teóricos, profundos, de los que siendo sincero, jamás en mi vida pensé que leería un párrafo y como dice el refrán popular: “a quien no quiere caldo, tres tazas”. Lissette con enormes dosis de determinación, sin reparar en mi inicial desgano, muy parecida a mi madre en su capacidad de insistencia y perseverancia para el estudio, casi de forma obligada aunque dulcemente, comenzó a leerme y comentarme capítulos enteros de libros que ella maneja con cierta facilidad. No conforme con lo de leerme y comentarme, ha pasado a darme, (empujarme), libros que tratan sobre estos temas. La imagen que me viene a la cabeza es que tengo puesto un gran embudo en la boca y alguien desde arriba me está empujando y empujando algo y que solo me queda el recurso de tragar y tragar para tratar de salvar la vida.
Me gusta leer y lo hago por trabajo o placer casi todos los días, pero puedo asegurar que muchos de estos libros que hoy disfruto, jamás los hubiera tomado en mis manos y menos los hubiera comprado. Muchos de estas obras que hoy son vendidas como textos de autoayuda, lo que se ha puesto muy de moda en el mundo, tienen nombres ridículos y melosos y los que me conocen recordaran que esto nunca ha sido centro de mi atención.
Recuerdo que el primero que leí hace ya muchos meses, se titula Sopa de Pollo para el Alma. Título que inevitablemente dirigía mi pensamiento “materialista dialéctico” a un libro de recetas de cocina. Después de haberlo leído, no solo concluyo que es excelente sino que estoy de acuerdo incluso con la genialidad de ese título. Entre otros, luego accedí a uno de autoría mexicana que narra la experiencia tolteca y su aplicación para mejorar nuestra vida. Imagínense, un libro escrito por un mexicano y sobre los toltecas. Me parecía horrible. Durante mucho tiempo mientras leía, yo mismo me decía: “te has vuelto loco”. Al terminar de leer lo que descubrí fue tan bueno, que escribí un artículo en este mismo blog. Ahora estoy transitando por la lectura divertidísima de uno que se llama Escucha a tu corazón. Mientras me acercaba a él, no podía dejar de pensar en que parecía más el título de esas novelas ridículas  y enlatadas que ponen en la TV, o esos escritos también ridículos  y enlatados que aparecen dentro de las revistas de moda y sociedad. ¿Escucha a tu corazón? Me sonaba loco.
No he terminado de leerlo aún, pues lo tengo junto a otras cosas e incluso a otros libros, pero como estoy descubriendo, o mejor conceptualizando ideas muy importantes, quisiera irlo compartiendo pues estoy convencido de que si para mi es útil, también lo podrá ser para muchos otros, que quizás influidos por el título, jamás se animen a abrirlo. Una vez más, gracias Lissette.
Escucha a tu corazón, es una obra del escritor, dibujante y conferencista norteamericano Andrew Matthews, quien además del texto hizo las divertidas ilustraciones que aparecen dentro del libro. El texto, es muy fácil de leer, pues está escrito en un idioma claro, directo, lo que simplifica el problema para cualquier lector, al que no se le exige una enorme cultura, ni se le atiborra con conceptos teóricos y análisis súper profundos. Es sencillamente una obra que parte y comparte la experiencia humana, que puede ser entendida por cualquier persona, sin importar la edad, sexo y color, de cualquier latitud y cultura. Sólo, obviamente, hay que saber leer y pensar. La estructura, que es para mi el gran mérito, está diseñada a partir de temas y anécdotas, ligeras explicaciones aclaratorias y algo que el autor llama Sabiduría al Minuto, especies de pequeños consejos o moralejas que resumen el tema o idea que se explica en cuestión.
Entonces se me ocurre ir reproduciendo textualmente cada una de las mejores Sabidurías al Minuto, tratándole de incorporar también los dibujos en cada caso, y contarles mis experiencias sobre estos temas, o sea, lo que he pensado y vivido aquí y quizás, por qué no, en Cuba.