El periódico Diario Libre, del sábado 5 de marzo del 2011 publica una nota que define que ya suman 500 los afectados por cólera en Rep. Dominic.,pero que sólo han ocurrido 4 muertes por esta causa.
Esto, aunque lamentable por las muertes, es bueno. Evidencia, en medio del pequeño reguero que tenemos, el esfuerzo que se ha hecho para controlar dicha enfermedad. Mayor esfuerzo han demostrado algunas instituciones y personalidades de gobierno para que las noticias sobre el cólera, los afectados y muertos en República Dominicana no llegue a convertirse en “gran noticia” y de esa forma evitar a todo costo que el turismo internacional, en sus viajes por el Caribe, se aleje de este destino.
En Haití la historia es otra. Después del terremoto de enero del pasado año, en el mes de octubre del 2010, reapareció la enfermedad que se había erradicado, según las autoridades haitianas, desde hacía más de 100 años, aparentemente por una cepa procedente de Asia. Las cifras oficiales que se publican son alarmantes. El número de afectados es de 157 mil 321 personas, de ellas 3 mil 485 han fallecido. En realidad, el número no deja de ser más que todo un aproximado, pues personas que viajan con frecuencia a ese país, haitianos residentes en Dominicana y alguna que otra autoridad de ambos gobiernos han declarado que no existen en Haití hoy mismo, mecanismos e instituciones que puedan dar fe exacta de lo que pasa, por lo que el número de afectados y muertos puede ser mayor, en la misma medida que no se sabe y no se controla exactamente ni a los que nacen.
Para los que nacimos en Cuba en estos 50 últimos años, o al menos para mí y los que me rodearon, el cólera era una enfermedad de los libros de historia. No dudo que también de vez en cuando existiera uno que otro caso en nuestra isla. Quizás extranjeros que viajaban a Cuba como estudiantes, trabajadores, exiliados políticos con otro nombre y cubierta, protegidos por el gobierno cubano, y por qué no, turistas o cubanos que estuvieron metidos en los últimos confines del mundo, como militares, médicos, asesores y quién sabe qué otra cosa. Pero por la poca información extraoficial, o sea, de amigos o familiares, que muchas veces era la mejor información oficial que circuló durante muchos años, es más que evidente que existió un control para este tipo de enfermedad y muchas otras parecidas, lo que evitó que se convirtiera en la epidemia que presenciamos hoy en Haití.
El cólera es un padecimiento cuyos orígenes en la humanidad no están definidos exactamente. Algunos dicen que existen escritos antiguos que la mencionan en China, India y la Grecia Clásica y que puede ser la llamada peste negra que produjo la muerte a gran parte de la población mundial en el siglo XIV. Otros dicen que la enfermedad a que se refieren los antiguos escritos chinos, no es exactamente el cólera de que se habla hoy, sino un conjunto de enfermedades agudas gastrointestinales, que el origen de la que tenemos hoy se encuentra en India, descrita en una piedra en un templo en la época de Alejandro Magno, julio 356 a.C. – junio 323 a. C.
Venga de donde venga y sea más vieja a más joven, el cólera es una enfermedad aguda, diarreica, provocada por la bacteria Vibrio cholerae, la cual se manifiesta como una infección intestinal y que si no se coge a tiempo, termina matando en un período relativamente corto al que la posee, aunque al parecer es bastante fácil de controlar si se toman determinadas medidas higiénicas y los afectados tienen un mínimo de cuidado médico y algunas medicinas, para nada complicadas de tener.
Entonces el cólera y llega a mí, con dos aristas bien diferenciadas.
El constante reclamo y recordatorio de mis familiares y amigos de: “trata de no comer en la calle”, “prohibida las ensaladas verdes fuera de la casa”, “no tomes agua de la que venden en los semáforos”, y el clásico y repetido hasta la saciedad de, “lávate las manos, lávate las manos”, que se ha convertido en algo sobredimensionado, tratando de garantizará que no nos entre el cólera por esta vía. Entonces tendremos mayores problemas, pues dentro de muy poco nos quedaremos sin dedos, como consecuencia de tanto jabón.
Luego, el tema cólera, ha puesto en el candelero, una vez más, la problemática que tienen estos dos pueblos desde hace muchos años, me refiero a la presencia haitiana de forma creciente y sin control en República Dominicana y las diferentes variantes que esto desata. Posiciones que van desde los grupos de personas y algunas instituciones que mantienen la idea de que hay que ayudar a Haití y sus ciudadanos, hasta los más extremistas que plantean que la mejor solución es recoger a todos los haitianos, enviarlos para su tierra natal y cerrar absolutamente la frontera para que no regresen nunca más.
Gran problema, pues los haitianos tienen una gran presencia en la sociedad y sobre todo en determinantes actividades económicas dominicanas. La presencia se mantiene en la agricultura, en magnitudes no calculadas en la construcción de las torres de apartamentos y plazas comerciales de todo el país, en cada esquina como vendedores de frutas, jugos, emparedados, llenando los semáforos como limpiadores de vidrios de los autos o simplemente pidiendo dinero por su “agradable” presencia, también en algún que otro trabajo doméstico, increíblemente muchas veces en casa de los mismos que se oponen a que estén aquí, trabajando en las partes traseras de los negocios que venden comida y ahora como custodios o serenos en casi todos los edificios construidos o a medio construir. En resumen, los haitianos, mujeres y hombres, nos venden las frutas que comemos, nos construyen las casas que habitamos, siembran y cosechan los productos agrícolas, y más importante, nos cuidan nuestros autos, nuestros apartamento y a nosotros mismos mientras dormimos. Gran hipocresía de aquellos que se niegan a aceptar su presencia y por qué no, hasta su importancia para algunas labores económicas y de seguridad, pero bueno la hipocresía es una de las formas de vida en esta parte de la isla.
Lo cierto es que lo que comenzó con “algunos haitianos” se ha convertido hoy en miles de haitianos y cada vez más, que trabajan o sencillamente deambulan por las calles, no quitándoles el trabajo a las nacidos aquí, sino sencillamente ocupando cada espacio vacío dejado por aquellos que se niegan a trabajar en actividades duras o a cobrar lo poco que los empresarios, más que explotadores, pagan.
Los haitianos hoy, quiéranlo o no, forman parte indisoluble de la sociedad dominicana y por lo que veo, esto seguirá aumentando. Recuerdo que me llamó enormemente la atención cuando fui de Barahona a Polo, ver en un pueblo que se llama Cabral, la casi inexistencia de dominicanos. Todas las personas que estaban en la calle ese día, que eran muchas y que evidentemente tenían poco que hacer, eran haitianos, hombres, mujeres, niños, niñas, ancianos, de todas las edades.
El problema se hace eterno. No creo que puedan devolverlos a todos. Hay haitianos que por el tiempo que llevan aquí o sus posibles “padrinos” son tan residentes legales como yo, la frontera entre los dos países se ha convertido en una de las mayores fuentes de enriquecimiento ilegal a partir del tráfico de personas, controlado en parte, parece ser incluso, por algunos militares, la frontera tiene muchos lugares no controlables, espacios que propician el paso sin control, a pesar del aparente rechazo que existe a los haitianos, hay empresarios que les convienen, por lo poco que exigen y lo poco que necesitan para vivir y lo poco que se les paga por su trabajo.
Deseemos entonces que se controle al menos el cólera y que no aparezca otra enfermedad mayor, que pueda pasar por la frontera y con esto poner en crisis no solo a Haití, sino también a la República Dominicana y con esto a haitianos, dominicanos y a todos los demás.
No hay comentarios:
Publicar un comentario