miércoles, 9 de noviembre de 2011

Circo del Sol en República Dominicana


Espectacular. Sencillamente ES-PEC-TA-CU-LAR. Esa debe ser la sensación de las miles de personas en República Dominicana y quizás de millones alrededor del mundo que han podido presenciar en vivo una actuación del mundialmente famoso Cirque du Soleil, (Circo del Sol).

No soy amante del circo. He asistido a él en dos momentos diferentes de mi vida, quizás como muchas otras personas. Primero como niño, hoy recuerdo que ilusionado con presenciar las cosas que uno no veía todos los días, o sea, el tipo que echaba fuego por la boca, los malabaristas, el domador de leones, creo que durante muchos años en Cuba sólo existió uno, y los payasos. Segundo como papá, en esos momento menos ilusionado con lo del traga fuego y el domador, pero contento con poder acompañar a los míos y verlos divertirse, quizás con los mismos números de siempre, el mismo trompetista y su trompeta estridente y desafinada, el mismo domador y los mismos leones, todos con 15 ó 20 años más, aunque para los niños nuevos.

Cuando escucho la palabra circo, no puedo evitar pensar en aquellas aventura en blanco y negro de “Juan Quinquín en Pueblo Mocho”, que tantas veces repitieron en la TV cubana, donde los papeles fueron interpretados por los mismos actores fundadores, Julito Martínez y Edwin Fernández, varias veces y al faltar estos, fueron también interpretados por la mitad de los actores, ya no tan buenos, del ICRT, pero que nos entretenían a los muchachos sin tener tanto derroche de tecnología, sino más que todo con buenas y agradables actuaciones.

Durante estos últimos años, primero en Cuba y después en República Dominicana, he visto las presentaciones del Circo del Sol a través de videos y siempre al terminar totalmente apasionado con el asunto, me quedaba, imagino como muchas otras personas, el sabor amargo de que nunca lo podría ver en vivo. Ya saben el “fatalismo geográfico”.

Un buen día del pasado mes de octubre aparecieron en la ciudad los primeros carteles que anunciaban la próxima presentación del Circo del Sol en Santo Domingo, lo que aumentó mi ansiedad debido ahora a la cercanía. Mi hijo Jonathan se dispuso a comprar las entradas para asistir junto a la familia de su novia. Lo que como consuelo, al final me alegró, pues por lo menos tendría buenos cuentos de primera mano, confiando en la expresividad de mi descendiente.

Pero como decimos en Cuba, la suerte es loca y a cualquiera la toca. Entonces una mañana, teniendo ya Jonathan sus entradas en la mano, lo llamaron desde Orange, su proveedor de servicios telefónicos y le dijeron que se había ganado dos entradas para la premier del Circo del Sol. Lo primero que ésta llamada desencadenó fue incredulidad. No podíamos tener tanta suerte. Casi sin creer mucho, Jonathan fue a la oficina de Orange más cercana y regresó contento con un sobre negro, elegante, que contenía dos entradas. A partir de ahí, mi sueño de presenciar éste espectáculo en vivo, se hizo realidad como por arte de magia.
El Circo del Sol fue fundado en 1982 por un grupo de artistas acrobáticos de las calles de Montreal y Quebec, en Canadá, que decidieron reunirse para crear una escuela y una nueva forma de hacer un espectáculo circense. A partir de ahí comenzó y creció la obra que hoy podemos disfrutar.

Cada una de sus obras y presentaciones resulta un desafío a la estética y belleza, a partir de un muy pulcro montaje y un muy buen respaldo de la más moderna tecnología. La combinación del fabuloso vestuario, el sistema de luces, la música en vivo bien interpretada con cantantes muy profesionales, la sincronización y el ritmo de cada uno de los actos, junto a la elevadísima profesionalidad de todos los participantes, hacen del momento algo inigualable.

El primer reto para mí que tenía el Circo del Sol en Santo Domingo era la hora de comienzo. Son pocas las actividades, casi ninguna, las que comienzan a la hora señalada y como la tradición en este sentido es tan, pero tan fuerte, estaba convencido de que lo de las 7:30 pm era un chiste. Para mi asombro, a las 7:24 pm salieron unos payasos a caletar al público asistente, de esos que se roban totalmente el show desde que aparecen y a las 7:30 pm en punto, sin un segundo de más o de menos, el audio local, para esta ocasión de extrema calidad, dijo: Buenas Noches, Damas y Caballeros. A partir de ahí todo lo que aconteció fue maravilloso, desafiando la relación que existe entre lo que uno cree que se puede y no se puede hacer.

Dralion, nombre del espectáculo presentado, proveniente de la unión de Dragón y León, como símbolos de occidente y oriente, refleja el tan necesario equilibrio entre la naturaleza y los seres humanos, a partir de bailes o danzas cercanas a lo folklórico, vestuarios tradicionales de África, India y China, canciones en un idioma inventado exclusivamente para esta obra, que no se entiende, pero se entiende, magistral juego de luces y dentro de todo esto, las fantásticas demostraciones acrobáticas, de enorme belleza y complejidad, donde los giros, saltos, enganches y coreografías humanas llegan hasta donde uno no puede imaginar.

Al final, como recompensa, los actores, músicos, y acróbatas, obtuvieron con enorme espontaneidad, los aplausos de un público, no sólo de niños, sino de muchos, muchos jóvenes y adultos, asombrados y agradecidos por la calidad de lo que habían presenciado.

Y ahí estaba yo, aplaudiendo tanto o más que cuando era niño. También asombrado y agradecido. Tal fue mi sentimiento que tan pronto salí del espectáculo, luego de varios minutos de chocar efusivamente ambas manos, comencé a lamentar no poder verlo de nuevo al siguiente día. Así es la vida de inconforme.







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