Diario Libre, periódico que leo con frecuencia, acaba de publicar una
información que debe tener a los dominicanos y sobre todo a las autoridades
gubernamentales medios revueltos. Y como me toca directamente y me interesa, me
arriesgaré a hacer algunos comentarios.
Según la noticia, la consultora Quacquarelli Symonds (QS), con sede en
Londres, dio a conocer ayer, 13 de junio del 2012, un listado donde aparecen
las mejores 250 universidades de Latinoamérica, según los resultados de una
investigación que acostumbran a hacer anualmente en nuestra área geográfica, dentro
de ese ranking, bastante amplio por el número de centros enunciados, no aparece
ninguna universidad dominicana.
La mencionada consultora basa su evaluación en siete criterios, que no
conozco pues no se mencionan en el artículo periodístico, pero confío que deben
ser aquellos que mejor puedan diferenciar y evaluar la calidad de un centro
docente universitario. No creo que ésta consultora, al parecer prestigiosa,
haga algo diferente.
Brasil es el país con más universidades en el listado, aportó 65, seguido
por México al que le reconocieron 45 universidades. La mejor escuela resultó ser la Universidad de
Sao Paulo, Brasil, seguida por la Pontificia Universidad Católica de Chile. Enseguida
devoré el artículo buscando con esa maldad escondida alguna información sobre
la experiencia cubana. Estaba seguro que algo encontraría a menos que a la
consultora no se le permitiera visitar los centros docentes en la isla grande.
Efectivamente, ahí estaba Cuba, país devastado desde todos los puntos de vista,
clasificó dentro del listado con 5 universidades, por encima de muchos países del
área como Paraguay, Panamá e incluso Puerto Rico.
De esto conozco un poco. Nací en una familia de profesores prestigiosos,
creo haberlo dicho antes, por lo que los cuentos dulces y amargos de la
educación en Cuba los domino desde mi infancia. Hoy recuerdo a mi abuelo Rafael
Grillo y a mi tío Carlos Rafael Grillo, dos versiones diferentes como personas,
pero ambos de los mejores abogados civilistas y profesores universitarios que tuvo la
Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana por muchas décadas. Mi tío
abuelo José Antonio Grillo, todo un gurú en el Derecho Procesal Penal, casi irreal
por su prestigio, quien también dedicó su vida a la enseñanza universitaria
luego de triunfada la Revolución de 1959.
Recuerdo por supuesto a mis progenitores, Rolando y Alicia, ambos
profesores, de esos que solemos llamar “de antes” para diferenciarlos del
deterioro que fue ocurriendo con el paso de los años. Mi padre ya no está entre
nosotros, partió cuando todavía no le tocaba. Mi madre aún se mantiene
impartiendo clases, a pesar de la edad que ya tiene y de los miles de
inconvenientes que existen. Personas que amaban su profesión, que sentían por
ella un gran respeto y dedicaron su vida a estudiar y superarse para luego
poder enseñar y como consecuencia hacer vibrar a los alumnos en las aulas.
Entonces para seguir la tradición, desde hace casi 20 años, después de
haber llegado por pura casualidad, imparto clases en el área de marketing,
dirección de empresas y ventas.
No estudié para profesor, mi pasión era la investigación histórica y sobre
todo la posibilidad de conversar – discutir sobre historia y política. Eso aún
me atrapa. Pero como todo en la vida, después de abandonar la historia como
especialidad, un día mi madre me pidió que la ayudara con un curso para el que no
encontraba profesor y después de decir
que no muchas veces y protestar hasta el infinito, lo que era normal en mi
cuando joven, me incorporé “voluntariamente” a impartir clases. Esto me
cautivo, de todas formas lo que me gusta es hablar y compartir ideas, y entonces hasta hoy lo sigo haciendo con muchísimo
gusto y para no quedarme atrás con relación a los míos, no por que lo diga yo,
sino mis alumnos, lo hago con muy buenos resultados.
Comencé en el Instituto de Comercio Exterior, que bien podría considerarse
una facultad universitaria y luego me incorporé a dar clases en la mismísima Universidad
de La Habana. Experiencia y aval que
terminaron por facilitarme las cosas cuando me mudé a República Dominicana,
pues desde casi inmediatamente que me organicé, lo que como todos saben ocurre
muy rápido, comencé a impartir clases en una universidad privada y luego he
ampliado mi trabajo a otra universidad, también de las privadas. Insisto en lo
de privado, pues para los que nacimos y vivimos la mayor parte de nuestra vida
en el socialismo cubano, la idea de una universidad privada tiene mayor
connotación. Al menos eso pensamos cuando no hemos llegado a una de ellas.
Pues sí, imparto clases en dos universidades en Santo Domingo y mi
experiencia después de más de 4 años consecutivos de trabajo, es que tienen muy
pocas cosas que puedan impresionar. Lo de privado es más que todo para cobrar
mucho dinero a los alumnos por estudiar, pero en realidad más nada.
En sentido general la educación a todos los niveles en República Dominicana
es bastante mala. No conozco todos los colegios y universidades obviamente, pero
con sólo ver a los bachilleres que se gradúan de los llamados “colegios de
ricos”, para ni hablar de los colegios públicos y conocer a algunos estudiantes
universitarios que estudian en las universidades más famosas del país, puedo
concluir que un mal técnico medio en Cuba, es aquí un buen licenciado o
ingeniero en cualquier especialidad. De ahí la buena imagen que tienen los
cubanos como profesionales.
No obstante, lo lamentable de todo esto, es que muchos de estos colegios y
universidades piensan que son la última Coca Cola del desierto, por la
megalomanía con que muchos viven, lo que es fácil de comprobar en las palabras
textuales del periodista que escribió el artículo, cuando afirmó: “Sin embargo,
sorprende que a pesar de existir en República Dominicana centros de
educación superior que hacen alarde de
gozar de un gran prestigio por su calidad académica y aportes en el área de
investigación, no hayan sido ponderados en la lista de las mejores
universidades del área”
Hablemos de mi experiencia. Me quedé asombrado cuando en mi universidad, les
recuerdo que privada, el bedel, frente a mi solicitud, me entregaba una tiza
para dar cuatro horas de clase.
¿Solo una tiza? Le preguntaba yo. El mejor de los días podía arrancarle otra. Arrancarle, es la mejor definición. No podía ser, le decía yo, vengo de un país que se está partiendo a la mitad y recuerdo que en las aulas siempre hay cajas de tizas para que los profesores puedan trabajar y obviamente los alumnos nos las tiremos unos a otros todo el tiempo. Un día traté de preguntar por un proyector. La respuesta fue: tiene que reservarlo con semanas de anticipación, pues la universidad solo posee uno. ¿Uno?
Los profesores terminamos dando clases con aparatos que los alumnos amablemente
prestan. ¿Servicio de fotocopia, impresión, salón de profesores? Ni pensarlo.
Los profesores andamos por los pasillos de un lugar para otro, como simples beduinos
en el desierto.
Luego, como al parecer a pocos les interesa verdaderamente el tema educación,
los sueldos pagados a los profesores son muy bajos. Tan bajos que ni los
propios alumnos pueden creerlo. Esto hace que muy pocos dominicanos se sientan
estimulados a dedicar su tiempo a las aulas universitarias, menos a investigar
y escribir, por lo que cada día que pasa cuesta más trabajo encontrar
profesionales capacitados, con experiencia, con una amplia cultura y formación
que le permita interactuar adecuadamente con los alumnos.
Además, a decir de muchos dominicanos, la cultura de la población en
general es bastante baja. No importa que seas rico o pobre, que hayas estudiado
en un buen colegio privado o en un colegio público. En los colegios privados,
según dicen, como se paga mucho dinero, los profesores están medio
condicionados a aprobar al niño o joven. En los públicos, los niños o jóvenes
se las arreglan para aprobar. Mi hijo Jonathan hizo su 4to año de bachillerato
aquí, entonces puedo dar fe de lo que digo.
Es bien complejo. No sólo tiene que ver con la educación. Estamos frente a
un pueblo que se debate todo el tiempo entre lo que realmente es y lo que
quiere aparentar ser, partiendo de la idea suministrada por el mismo Presidente
Leonel Fernández cuando declaró hace poco que República Dominicana, por el
desarrollo económico que exhibe, puede ser considerado un “pequeño Nueva York”.
Imagínense.
El tema sobre educación parece que va ser largo. La incapacidad para reconocer
los problemas que existen y preferir vivir de imágenes inventadas, impide
llegar a verdaderas conclusiones que permitan encontrar soluciones reales. El
mal está determinado a vivir muchos años.
Baste interpretar lo que el Rector de la Universidad Autónoma de Santo Domingo
(UASD), declaró al evaluar el papel de la consultora: “muchas veces se toman
parámetros que no van de acorde con la situación de las universidades
dominicanas”.
A mi entender quiso decir que la consultora está totalmente equivocada en
los criterios que sigue para evaluar a las universidades de toda un área
geográfica tan extensa y variada como
Latinoamérica y el Caribe o sencillamente las universidades dominicanas
pertenecen a otro planeta y la forma en que trabajan no permite que se les evalúe
por los mismos criterios con que se evalúan a los demás.
Hubiera sido más sensato haber dicho: Estamos mal, tenemos que hacer un
esfuerzo real para mejorar. Nos proponemos meter en la lista del próximo año al
menos a una universidad. Pero es muy probable que dicho Rector crea en realidad
que vive en un “pequeño New York” por lo que como se estaba evaluando a las
universidades de Latinoamérica y el Caribe, las de República Dominicana están
fuera de esa evaluación. No lo duden.
No pudo ser más acertado.
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