Sabiduría al Minuto.
“Todas las personas presentes en
tu vida son maestros. Aún si te vuelven loco, te enseñan al mostrarte cuáles
son tus límites. El hecho de que sean tus maestros no significa que deben
simpatizarte”
Andrew Matthews.
Sigo inspirado por la clausura de
Semana Santa. JAJAJAJAJA. Esta idea
también salida del grupo de amigos que ayer nos vimos, me la he aprendido
desde hace mucho tiempo. Y como buen descendiente de una familia de buenos
profesores he tratado de trasmitirla a los míos, que pudiera parecer un grupo
bien reducido de personas, pero que en realidad, por la forma en que vivo, es
un grupo inmenso donde meto y meto todos los días a mucha gente a veces muy diferentes.
Durante nuestra corta o larga
vida estamos rodeados de personas y acontecimientos que de una forma u otra nos
marcan positiva o negativamente. También durante la misma vida, existen
personas que, luego de considerar que viven bien o tienen razón en la forma en
que viven, tratan de cambiar a los que lo rodean. Creo que lo de tratar de cambiar
al otro es una acción bastante común, que no pocas veces se convierte en
desgastante. Recuerden, los toltecas dicen que para compartir la vida es mejor buscarse
a personas que se parezcan a lo que uno quiere o necesita, porque las personas
no cambian por acciones externas. Las personas cambian cuando quieren cambiar y
este proceso, por evidente que parezca la necesidad, a veces se convierte en imposible
o demora una eternidad. Sólo la propia vida, cuando encuentra un cerebro
receptivo, lo logra.
Es así. Las personas no cambian
porque insistamos con ellas. El proceso de domesticación humana es muy fuerte. Las
personas cambian sólo cuando ellas deciden cambiar.
Entonces nos pasa que desde que
comenzamos a socializar con otras personas, sentimos que algo de ellas nos agrada
o nos desagrada, algo nos atrapa y acerca o
nos empuja y aleja, descubrimos cosas que nos gustan y otras que
aborrecemos. Nos pasa con nuestros compañeros de aula en la secundaria y el
pre, a veces antes con algún amiguito de esos pesados que siempre existen,
luego con amigos y parejas durante nuestra primera juventud, con profesores a
lo largo de nuestra vida de estudiantes, al final con compañeros, subordinados y
jefes durante toda nuestra vida laboral y para colmo con nuestras respectivas
parejas, no importa el color de sus ojos, el tipo de piel y cabellos que tenga,
tampoco la edad y la nacionalidad que encontremos. En casi todos los casos detectamos cosas que no nos cuadran y entonces comenzamos la batalla para cambiar.
Sencillamente cambiar a nuestro favor.
La estrategia parece ser todo lo contrario. La idea, como dije anteriormente, es pensar y buscar algo o
mejor a alguien, que no tenga que ser cambiado. Es más difícil de encontrar,
pero a largo plazo más conveniente.
De lo que no podemos cambiar y
tenemos que convivir con ello, entonces debemos aprender y eso nos hará mejores.
De ahí que la vida y todos sus integrantes, incluso los que llegamos a
aborrecer, sean nuestros maestros.
Mirar bien a lo que nos rodea y
ser capaces de detectar lo que no nos gusta, nos hace mejores. Si somos capaces
de actuar así como método, entonces estamos aprendiendo. Quizás, de
momento, no sabemos cómo se hace de la mejor forma, pero el hecho de detectar
lo que no quiero ser o cómo no quiero actuar, ya es un avance.
La mitad de las veces actuamos
por pura imitación, incluso sin percatarnos de ello. Heredamos cosas de
nuestros familiares y nos acostumbramos a actuar de determinada forma. Nos
consuela la idea de que “...yo soy así no tengo por qué cambiar”, y vivimos
echándole la culpa a nuestra formación primera, cuando incluso de ésta han
pasado muchos años ya.
La pregunta es: ¿Y cuándo vamos a pensar? Pensar
parece que resulta muy difícil. Controlar las emociones parece algo casi
imposible y entonces seguimos y seguimos cometiendo los mismos errores.
La idea, según los expertos es
más concreta. La vida y todos sus actores que nos rodean, nos enseñan. Y entonces si
nos fijamos bien podremos llegar a una primera conclusión, no la única, pero si
la más importante. No me gusta lo que veo, entonces me propondré no ser o
actuar de ese modo. No importa si mi padre o mi primer maestro, no importa si
mi amigo o jefe actúa de tal forma. Yo, pienso, y no quiero repetir lo que veo.
Entonces en vez de quejarnos de
los que nos rodean, en realidad tuviéramos que agradecer las clases gratis. Veamos algunos ejemplos:
"No me gusta mi pareja". Agradéceselo y búscate otra en vez de machacarte y machacarlo.
"No soporto a mi jefe. Me tiene loco mi trabajo". La idea no siempre es buscarte otro jefe y otro trabajo, pues de estar el problema en ti, volverás a chocar con lo mismo.
"No puedo con mis hijos". Error, con los hijos siempre se tiene que poder. Averigua el método.
"No me cae bien fulano". Fatal, fulano no tiene que caerte bien. Míralo, descúbrelo y proponte firmemente no ser como él.
Claro,
algún esfuerzo tendremos que hacer, no vale la pena seguir imitando sin pensar y
siempre encontrar con rapidez la pequeña paja en el ojo ajeno para nada.
Yo, que soy bastante imperfecto,
estoy tratando de vivir así. ¿Lo
lograré? No lo sé. Pero como dice mi amiga Lissette, el resultado es tan bueno
que vale la pena intentarlo.
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