martes, 10 de abril de 2012

LA MAESTRA VIDA


Sabiduría al Minuto.
“Todas las personas presentes en tu vida son maestros. Aún si te vuelven loco, te enseñan al mostrarte cuáles son tus límites. El hecho de que sean tus maestros no significa que deben simpatizarte” 
Andrew Matthews.

Sigo inspirado por la clausura de Semana Santa. JAJAJAJAJA.  Esta idea también salida del grupo de amigos que ayer nos vimos, me la he aprendido desde hace mucho tiempo. Y como buen descendiente de una familia de buenos profesores he tratado de trasmitirla a los míos, que pudiera parecer un grupo bien reducido de personas, pero que en realidad, por la forma en que vivo, es un grupo inmenso donde meto y meto todos los días a mucha gente a veces muy diferentes.

Durante nuestra corta o larga vida estamos rodeados de personas y acontecimientos que de una forma u otra nos marcan positiva o negativamente. También durante la misma vida, existen personas que, luego de considerar que viven bien o tienen razón en la forma en que viven, tratan de cambiar a los que lo rodean. Creo que lo de tratar de cambiar al otro es una acción bastante común, que no pocas veces se convierte en desgastante. Recuerden, los toltecas dicen que para compartir la vida es mejor buscarse a personas que se parezcan a lo que uno quiere o necesita, porque las personas no cambian por acciones externas. Las personas cambian cuando quieren cambiar y este proceso, por evidente que parezca la necesidad, a veces se convierte en imposible o demora una eternidad. Sólo la propia vida, cuando encuentra un cerebro receptivo, lo logra.

Es así. Las personas no cambian porque insistamos con ellas. El proceso de domesticación humana es muy fuerte. Las personas cambian sólo cuando ellas deciden cambiar.

Entonces nos pasa que desde que comenzamos a socializar con otras personas, sentimos que algo de ellas nos agrada o nos desagrada, algo nos atrapa y acerca o  nos empuja y aleja, descubrimos cosas que nos gustan y otras que aborrecemos. Nos pasa con nuestros compañeros de aula en la secundaria y el pre, a veces antes con algún amiguito de esos pesados que siempre existen, luego con amigos y parejas durante nuestra primera juventud, con profesores a lo largo de nuestra vida de estudiantes, al final con compañeros, subordinados y jefes durante toda nuestra vida laboral y para colmo con nuestras respectivas parejas, no importa el color de sus ojos, el tipo de piel y cabellos que tenga, tampoco la edad y la nacionalidad que encontremos. En casi todos los casos detectamos cosas que no nos cuadran y entonces comenzamos la batalla para cambiar. Sencillamente cambiar a nuestro favor.

La estrategia parece ser todo lo contrario. La idea, como dije anteriormente, es pensar y buscar algo o mejor a alguien, que no tenga que ser cambiado. Es más difícil de encontrar, pero a largo plazo más conveniente.

De lo que no podemos cambiar y tenemos que convivir con ello, entonces debemos aprender y eso nos hará mejores. De ahí que la vida y todos sus integrantes, incluso los que llegamos a aborrecer, sean nuestros maestros.

Mirar bien a lo que nos rodea y ser capaces de detectar lo que no nos gusta, nos hace mejores. Si somos capaces de actuar así como método, entonces estamos aprendiendo. Quizás, de momento, no sabemos cómo se hace de la mejor forma, pero el hecho de detectar lo que no quiero ser o cómo no quiero actuar, ya es un avance. 

La mitad de las veces actuamos por pura imitación, incluso sin percatarnos de ello. Heredamos cosas de nuestros familiares y nos acostumbramos a actuar de determinada forma. Nos consuela la idea de que “...yo soy así no tengo por qué cambiar”, y vivimos echándole la culpa a nuestra formación primera, cuando incluso de ésta han pasado muchos años ya.

La pregunta es: ¿Y cuándo vamos a pensar? Pensar parece que resulta muy difícil. Controlar las emociones parece algo casi imposible y entonces seguimos y seguimos cometiendo los mismos errores.
 
La idea, según los expertos es más concreta. La vida y todos sus actores que nos rodean, nos enseñan. Y entonces si nos fijamos bien podremos llegar a una primera conclusión, no la única, pero si la más importante. No me gusta lo que veo, entonces me propondré no ser o actuar de ese modo. No importa si mi padre o mi primer maestro, no importa si mi amigo o jefe actúa de tal forma. Yo, pienso, y no quiero repetir lo que veo.

Entonces en vez de quejarnos de los que nos rodean, en realidad tuviéramos que agradecer las clases gratis. Veamos algunos ejemplos:

"No me gusta mi pareja". Agradéceselo y búscate otra en vez de machacarte y machacarlo. 
"No soporto a mi jefe. Me tiene loco mi trabajo". La idea no siempre es buscarte otro jefe y otro trabajo, pues de estar el problema en ti, volverás a chocar con lo mismo.
"No puedo con mis hijos". Error, con los hijos siempre se tiene que poder. Averigua el método.
"No me cae bien fulano". Fatal, fulano no tiene que caerte bien. Míralo, descúbrelo y proponte firmemente no ser como él. 

Claro, algún esfuerzo tendremos que hacer, no vale la pena seguir imitando sin pensar y siempre encontrar con rapidez la pequeña paja en el ojo ajeno para nada.


Yo, que soy bastante imperfecto, estoy tratando de vivir así. ¿Lo lograré? No lo sé. Pero como dice mi amiga Lissette, el resultado es tan bueno que vale la pena intentarlo.


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