El 20 de mayo de 2012, se realizaron las elecciones para escoger al nuevo presidente que gobernará en República Dominicana por los próximos 4 años.
Para los cubanos, al menos para los nacidos
después de 1959, este evento no deja de ser interesante, pues en la práctica, del
tema elecciones libres, sabemos poco. Se resume a levantarse e ir a votar por la
misma figura, por momentos acompañada de otras mismas figuras, que durante
muchas décadas ocuparon las primeras responsabilidades de todas las categorías
de funciones inventadas por el gobierno cubano.
El no ir a votar en Cuba, daba igual para
lo que fueran las elecciones, se convirtió durante todo este tiempo en algo
complicado. Imagino que aún lo siga siendo. Aunque siempre existieron personas
que no lo hicieron, en realidad el número fue muy poco representativo. Quizás
los llamados “desafectos” más connotados, que al estar “quemados” soportaban
las consecuencias que como ley secreta les iba para arriba. Si no votabas por
el último invento del gobierno, no podías aspirar a casi nada.
Por lo que los procesos electorales cubanos
transitaban sin casi ningún contratiempo público. Por el contrario, primaba la armonía,
aunque irreal, acompañada de los
ingenuos niños pioneros que daban a la actividad toda la candidez de la infancia.
La gran masa se levantaba y votaba disciplinadamente siguiendo la inercia con
que vivía. Dentro de esa gran masa, quizás aprovechando lo de secreto del voto,
siempre hubo e imagino que seguirá habiendo, quien anulaba su boleta, como
muestra silenciosa de su inconformidad, pero como la ley electoral en Cuba
aseguraba que los candidatos salían electos con el 50% + 1 de los votos
válidos, lamentablemente esos votos anulados no servían para mucho. Durante
muchos años ni se mencionaban.
De ahí que único partido, único candidato,
un sistema estructurado para perpetuarse en el poder, más el miedo y la
inercia, hicieron que no tengamos los cubanos mucha experiencia práctica en las
llamadas elecciones libres como máxima expresión de la democracia.
En realidad ésta es mi segunda experiencia
en elecciones presidenciales en República Dominicana. Llegué en diciembre del
2007, por lo que asistí a los últimos meses de la campaña electoral que terminó
en mayo del 2008 dándole la posibilidad a Leonel Fernández de prorrogar su presencia
en el Palacio Presidencial por 4 años más, pero en aquel momento mi conocimiento
sobre la realidad e historia de este país, era limitado, por lo que no pude
entender los detalles y sacarle provecho a lo que ocurría. El mayor disfrute
suele estar en los chismes y enredos que existen detrás de la información
oficial.
Mi visión general de aquel entonces es que estaba
en presencia de un gran circo, que me recordaba más que todo aquel genial
programa de la TV cubana, San Nicolás del Peladero. Suerte de sátira muy bien
hecha, que agrupaba a los mejores actores de aquellos años, los que con
actuaciones magistrales, a veces sin un guión definido, trataba de recrear la
historia de la llamada seudorepública cubana.
Aquel San Nicolás del Peladero con su
alcalde Plutarco Tuero, salvajemente inculto; la alcaldesa Remigia, toda una
farsa de cultura y glamour, pero igual de salvajemente inculta; el Sangento
Arencibia, guajiro brutísimo, jefe de la “honorable” Guardia Rural; Éufrates
del Valle, periodista europeizado, desenfadado culturalmente, adelantado a la
vida de aquel pobre y atrasado pueblo; Ñico Rutina, politiquero, chulo,
vividor, que lo mismo estaba a la izquierda que a la derecha, siempre moviéndose
en la dirección del dinero; el famélico Simplicio, representante del pueblo que
moría de hambre; el Gallego bodeguero, bruto, obstinado, enamorado de la mejor
creación española en Cuba, la mulata, etc., todo esto era lo que más se parecía
a lo que veía en aquellos momentos, con las entendibles diferencias de los años
transcurridos, o sea, celulares, jeepetas, modernísima tecnología de cómputo y
audio, pero al final de la historia, otro San Nicolás del Peladero.
No creo que estas características sean
exclusivas de República Dominicana. Para nada. De ese mal clásico se escapa
hasta hoy Cuba, porque el mal propio que tiene es tan malo, que no necesita más
nada.
Qué mejor para ilustrarlo, que un cuento.
Dicen que estaba Dios reunido junto con un
grupo de sus seguidores tratando de crear al mundo y en la repartición dijo:
_ Daré a Japón los tsunamis, a Estados
Unidos los tornados, a México los terremotos, a África enviaré la sequía y a
India un poco de hambre, pero crearé una tierra linda, sin grandes desastres geográficos,
con lindos valles para desarrollar la agricultura, rodeado de hermosas e
inigualables playas, con caudalosos ríos, con montañas altas bien repartidas
por todo el territorio y un eterno verano. Colocaré allí a muy buenas personas,
hermosas mujeres, hombres amigables, hombres y mujeres inteligentes, trabajadores,
amables y le pondré a ese lugar Cuba.
Uno de los participantes que lo escuchaba, haciéndose
eco del resto del grupo, visiblemente disgustado por tanta diferencia, le
preguntó:
_ ¿Pero Señor, cómo es que vas a ser tan
injusto?, ¿Cómo puedes crear un lugar así, con todo lo que has dado de malo al
resto del mundo?
A lo que Dios, convencido y maliciosamente
risueño le respondió:
_ No se preocupen, a ese lugar bello, le
enviaré un gobierniiiiiiiiiito……
Lo que pasa en República Dominicana es más
o menos lo mismo que pasa en todos los países de esta área. Personas hábiles
llamados políticos, grandes masas con poca memoria histórica, incultas y pobres
o pobres e incultas, con ninguna o muy poca visión de futuro, pues para ellas
el futuro llega exactamente hasta la hora de comida de cada día, las peores prácticas
para agenciarse y mantener el poder, clientelismo, corrupción, partidos
políticos manejados como fincas privadas, que repiten discursos exactos cada
cuatro años, momento en que se acuerdan de esa masa pobre e inculta pues es el
único momento en que la necesitan, dinero y más dinero, promesas y más
promesas. Burlas, insultos, chismes, etc.
Lo que pasa es que anunciamos una
democracia y en realidad vivimos lejos de ella, a no ser porque en esto de
democracia, todos, ricos y pobres, dirigentes y dirigidos, de un partido u
otro, entienden que pueden hacer lo que les da la gana. Conclusión, a mi
entender, no existe una República Dominicana. Existen miles. Cada uno tiene la
suya propia. Aquella que permite hacer lo que yo quiera.
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