domingo, 15 de agosto de 2010

¿Santo Domingo, ciudad baño?

Hace unas semanas ya, un periodista publicó una foto en un periódico, lamento no recordar exactamente cuál, donde se veía a un hombre mayor, canoso, de espalda, orinando contra una pared en una de las calles de la ciudad en pleno día y al pie de la foto aparecía un comentario donde más menos se leía que esa persona debía recordar que en sus tiempos de juventud hacer esto le podría haber costado incluso la vida, haciendo referencia creo yo a la época trujillista. Luego estando hace unos días sentado en mi balcón, a las 12:00 m, dos jóvenes que venían en un minibús de la compañía eléctrica, cuya matrícula ahora no es importante, se bajaron, tal como si compitieran, abrieron las dos puertas delanteras y de forma sincronizada, orinaron sin el más mínimo pudor.

Ayer en la noche, mientras realizábamos un poco de deporte, mi buen amigo Jorgito Ceballos, motivado - preocupado por el tema, me dio la suficiente cuerda para que escribiera sobre este tema y entonces aquí está.

Recuerdo que durante mi juventud en Cuba, no existían baños públicos, era muy difícil encontrar uno de ellos en la calle, reservados solo para la época de carnavales. Haciendo memoria, luego de comprobar con mi familia y amigos, no recuerdo la imagen de personas orinando en pleno día en cualquier calle o esquina. Podría uno asumir, que algunas personas necesitaban hacer sus necesidades, pues se les veía apartarse del grupo, caminar muchos metros hacia dentro de un parque o un solar despoblado en busca de un grueso árbol para protegerse - esconderse o buscar un oscuro pasillo entre dos edificios y arriesgarse a penetrar en lo desconocido, con tal de ocultar la acción. Las bodegas en Cuba no tienen baños, durante todos aquellos años a los cubanos les estaba vedado entrar en los hoteles y las bombas de gasolinas tenían baños cerrados con candados, con carteles que aclaraban “solo para los empleados”.

Luego durante el período llamado “especial” que como todos sabemos fue todo menos eso, aparecieron algunas cafeterías y tiendas, se abrieron las puertas de los hoteles para el consumo sin hospedaje y con esto aparecieron unos personajes dantescos cuya función era, mantener limpio los baños y sobre todo hacer guardia en la puerta de estos acompañados de un platillo con algunas monedas, que sin poseer un cartel, decían, deja algo aquí si quieres orinar. Nunca llegamos a entender si estas personas trabajaban oficialmente en dichas instituciones, pues se manejaba a nivel popular que eran trabajadores contratados sin salario, que vivían de las monedas que dejaban los usuarios. Lo cierto es que la imagen de estas personas, que generalmente miraban con mala cara a los que entraban y salían sin dejar nada, que aparecieron en los aeropuertos, cafeterías, tiendas e incluso en los baños de hoteles, era bien fea, por decirlo de alguna forma. Muchos llegamos a sentir el temor de intentar orinar y por no tener moneditas, que por cierto eran bien difíciles de poseer durante todo aquellos años, ser regañados o mal mirados, pero en líneas generales las personas pagaban para entrar. Era frecuente ver a amigos que pedían monedas a otros amigos para poder hacer sonar el platillo y recibir una sonrisa de la persona que custodiaba la puerta.

Puede ser que los cubanos, al tener menos líquidos que consumir, orináramos menos, JAJAJAJAJAJAAJA, pero lo cierto es que la imagen de personas, hombre, mujeres, incluso niños orinando públicamente en la calle no fue frecuente, cuando esto se veía, de seguro era una persona indigente o loca, también las había o sencillamente alguien que estaba pasado de alcoholes. Pero en muchas ocasiones frente a este acto, tal como una sanción, se escuchaba de alguien que pasaba el grito de “Descaradooooooooooo”, lo que daba la impresión de un rechazo popular.

Es llamativo que todos los días, en cualquier calle o esquina de nuestra ciudad, incluyendo las grandes avenidas y a plena luz, generalmente los hombres, de cualquier edad, raza e incluso status socio - económico se bajan de sus autos, abren las puertas y orinan, donde otras personas, incluyendo a los niños, pasan por su lado y una inmensidad de otros autos se trasladan. He visto varias caras de asombro e inconformidad de muchos dominicanos, he recibido los comentarios desaprobatorios de muchas de las personas con las que he comentado el tema antes de llegar a este artículo, lo que me hace pensar que nada tiene que ver con el origen o nacionalidad.

La acción me parece brutal, aunque entiendo que la necesidad de orinar puede llegar a apurar. Lo que me hace pensar que es una costumbre que se ha ido imponiendo, por falta de cultura, educación, pudor y cambios para mal en la sociedad civil dominicana y sobre todo poco respeto ciudadano, que contrasta con el aparente desarrollo económico que se exhibe. En el poco tiempo que llevo viviendo aquí, conozco que en cada esquina hay un colmado, en cada colmado hay un baño. Existen muchas bombas de gasolina de diferentes compañías, en cada una de ellas hay un baño para cada sexo. Existen grandes cafeterías y restaurantes, en cada uno de ellos hay baños también para cada sexo. Existen además miles de pequeños negocios que venden comidas y bebidas, comedores de los llamados empresariales, donde como mínimo hay un baño y para colmo la ciudad está llena de tiendas, super tiendas, supermercados y en cada uno de estos lugares existen baños, donde a nadie se la prohíbe entrar y no se cobra por el servicio. No he visto nunca a la famosa persona con el platillo lleno de monedas en espera de que alguien pretenda acceder. Entonces es injustificado que exista la necesidad de abrir la puerta de un auto, que puede tener más personas dentro y orinar en una calle públicamente, tal como si no pasara nada.

Como simples mortales, es más que evidente que todos tenemos necesidades biológicas a resolver, hay momentos en que estas necesidades se convierten en una tortura, sobre todo para los que estamos en la calle el día entero, pero de ahí a aceptar que podemos vivir tal como animales en la selva es bien diferente. La ciudad se ensucia, las calles huelen a orine y sobre todo la imagen de personas orinando constantemente a tu alrededor llega a ser bien desagradable. Imagino que no pocas personas deben haber pasado apuros en su andar diario al enfrentar, quizás chocar, con alguien que despreocupada y placenteramente orina en una acera. He visto a personas orinar incluso debajo de una valla con la cara del Presidente, quizás en este caso sumándole al acto cierto contenido picarezco político.

Soy testigo de muchas campañas sociales, dirigidas a eliminar la violencia familiar, a defender tal o más cual región, a prohibir la radicación de determinada empresa extranjera, a combatir las drogas, etc. Entonces no sería mal comenzar con una nueva acción. Podríamos pedir a las grandes empresas que donaran una valla de esas que tienen en las mejores calles de la ciudad, lograr que los políticos nos prestaran uno de los tantos espacios donde exhiben sus caras mecaniquedadas en photoshop, utilizar a los religiosos que como militares disciplinados recorren las calles tocando puerta a puerta con una biblia bajo el brazo, tratando de convencer sobre la presencia de Dios, etc., donde hiciéramos una pregunta, ¿Santo Domingo, ciudad baño? y trasmitiéramos una sola orientación, OJO - No orinar en la Ciudad.

De seguro estaríamos mejor.

1 comentario:

  1. La verdad que la explicación a este fenómeno no la encuentro, aunque mi teoria es que se debe al bajo nivel educuativo-cultural de la mayoria de las personas, la cuidad se ha desarrollado más rápido en términos de infraestructura y tecnológicos que la mente de sus habitantes( muchas veces he notado que incluso cuando usan los baños para orinar no descargan) y esto ligado a la falta de control de las autoridades competentes, favorecen a este espectáculo diario en nuestras cuidades, sin importar la hora, lugar o concurrencia de personas. Para concluir u consejo: cuando camine por la cuidad ponga atención no lo vayan a salpicar! jejeje

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